Horacio: ¿Qué significa todo esto? ¿Cómo terminará? Marcelo: Significa que algo está podrido en el Estado de Dinamarca . (Hamlet , primer acto, escena 4). Cuando el sábado se cierre el telón de la campaña electoral, el Gran Teatro levantará el suyo para representar Hamlet en un apabullante y libre montaje de Teatro Clásico de Sevilla. Apuesto mi voto a que ninguna de las programadoras del IMAE hubiese imaginado al contratar esta representación que acabaría fijada en una jornada de reflexión extravagantemente establecida el sábado prenavideño.

El caso, porque todo suma, es que no se me ocurre mejor apoyo para reflexionar el voto que sumergirse en una obra en la que el poder es el motor determinante. Que comienza con una lucha por poder y concluye con el restablecimiento del supuesto orden natural mediante otra lucha de poder. La historia de Hamlet , un racionalista del renacimiento que duda y cuestiona el status quo , es utilizada por Shakespeare para indagar en la complejidad del ser humano. Y tan caótica es nuestra especie, que los únicos políticos que han citado este clásico shakesperiano durante la campaña han sido Juan Carlos Monedero y Luis Carlos Rejón, los antiguos amigos Rosencrantz y Guildenstern de sus respectivos príncipes. El primero para decir que Rajoy fue como el fantasma del padre de Hamlet en el debate a cuatro, y el segundo, candidato por Podemos en Sevilla, explicando que como el príncipe danés, quería tapar un agujero al viento al cubrir la baja de Javier Pérez Royo.

Animaba Nietzsche a contradecirnos a nosotros mismos porque para vivir es necesario permanecer dividido. He ahí la tragedia política. Otra es la duda del votante. Votar útil o no votar. Ser honesto con la ideología o no serlo. Creer o no creer en si los políticos sabrán usar el poder. De Hamlet se desprende que si uno no actúa, otros lo harán. Pero se actúe o no se actúe, ¿no lo acabarán haciendo otros de todos modos? Dudo.

* Periodista