Mientras unos miran el resultado del debate electoral y otros analizan la tabla de clasificaciones liguera, la verdadera partida se juega estos días en París, donde la cumbre mundial sobre el cambio climático enciende las alarmas sobre la supervivencia del planeta. Huracanes, inundaciones, sequías, derretimiento de los casquetes polares, ascenso incesante de las temperaturas o la desertización progresiva de grandes territorios lleva a que millones de personas se vean obligadas a abandonar el lugar donde viven y convertirse en "emigrantes del cambio climático", en busca de refugio en otros países. Es indudablemente uno de los problemas más importantes y, al mismo tiempo, por sus raíces tan profundas y su enorme alcance, más difíciles de abordar en nuestros días. El ritmo de estos acontecimientos se está acelerando progresivamente, y seguirán produciéndose a menos que se lleven a cabo acciones internacionales efectivas. El calentamiento no tiene pasaporte; las emisiones en cualquier lugar contribuyen al problema en todas partes, por eso la respuesta debe ser global y comprometida. Miseria, superpoblación y calentamiento global son patas de la misma silla.

Los dos países más contaminantes del mundo, China y Estados Unidos, encabezan un sistema económico insostenible. Las economías "de usar y tirar" del mundo occidental generadas por la lógica del mercado constituyen un desastre medioambiental. El sistema ultraliberal de mercado, no solamente deja millones de hambrientos en el camino, sino que diezma los recursos naturales y acaba amenazando la propia supervivencia. El capitalismo salvaje es parte del problema.

La única solución posible pasa por una reducción drástica de los gases de efecto invernadero, en especial del bióxido de carbono. Aunque las energías renovables pueden desempeñar un papel importante, por sí solas no son suficientes para cumplir los objetivos: es ineludible una fuerte reducción del uso de energías fósiles y que no sean los pobres los que soporten la carga de esta crisis. Se demandan acciones de emergencia para reducir el uso de carburantes fósiles y un fuerte aumento de las inversiones dirigidas a las energías sostenibles, ciudades eficientes, medidas taxativas contra las empresas contaminantes; un control estricto de todas las formas de contaminación industrial, medidas dirigidas a permitir que los países del Tercer Mundo gocen de un desarrollo sostenible, incluidas la cancelación de la deuda externa y un comercio internacional equilibrado, fin de la destrucción de las selvas tropicales, defensa de la biodiversidad y programas masivos de reforestación, un plan internacional respecto al uso del agua; medidas para hacer frente al problema, cada vez más grave, de las sequías y las inundaciones, sistemas de transporte baratos no contaminantes, instalaciones de alta calidad para maximizar el reciclaje; erradicación de las incineradoras, entre otras muchas.

Las medidas se debaten en París, pero hacer frente a la crisis también implicará cambios radicales de estilo de vida, y las personas individuales tenemos un papel importante que jugar en eso. ¿Estaremos dispuestos?

* Abogado