El otoño también está en crisis. Cada vez se reduce más el período de tiempo que media entre el verano y el invierno. Unas veces es el invierno quien capotea por muchos lugares en España provocando inundaciones y desastres en meses casi veraniegos y otras, es el calor el que invade fechas poco propicias. Esta situación no era habitual hace tiempo. El propio Quevedo, friolero impenitente, sentenció que Madrid padece 10 meses de invierno y 2 de infierno. Ahora, hace solo unas semanas en Córdoba y provincia estábamos achicharrados y pronto pasaremos a tiritar. El frío y el calor se columpian a destiempo, entre el disgusto de los agricultores y el estupor de los comerciantes de moda. Cosas del cambio climático y no del veranillo de San Miguel o del Membrillo , como dicen por ahí. Por si fuera poco, la estación otoñal recibe el apelativo de Otoño caliente , una incoherencia nacida de las veleidades del tiempo climatológico y que alude a problemas sociales y económicos que esperan el final de las vacaciones para salir a la calle con toda su virulencia. Ahí están el intento de independencia de Cataluña, las elecciones generales y otras movilizaciones preparadas por los sindicatos

Frente a las complejidades del otoño, lo mejor es recuperarlo aunque sea solo un día. Una mañana de lluvia, hay que subir a la Sierra de Montilla. Ver el panorama desde uno de los típicos lagares que ya casi han terminado las faenas de la vendimia. Podrá degustar una copa de vino recién fermentado. Probará un vino recién nacido y gozará de los aromas. Nosotros, los del mundo rural, vivimos con mayor intensidad los cambios estacionales, la caída y el chapoteo del agua sobre montones de hojas muertas, el olor de la tierra mojada. Juraría haber escuchado en el silencio de la Sierra los sollozos largos de los violines del otoño que hieren el corazón de Verlaine "con una languidez monótona".

* Maestro