No me cuesta confesar que, esta vez, he necesitado ayuda para comenzar a escribir el artículo; porque siempre trato de esbozar un trazo de optimismo sobre lo que me rodea pero, las dramáticas imágenes de guerras, refugiados y hambrunas que adornan las portadas de los periódicos que vendo, me hacen difícil encontrar un atisbo de esperanza. Alguien me enseñó que el mundo no lo cambia dios ni los ideales, sino las personas como usted y como yo. Normalmente, esas personas que alcanzan la excelencia, huyen de banales reconocimientos; porque no hay una búsqueda de reconocimiento en sus actos.

Vivimos en un mundo informatizado donde tenemos toda la información a nuestro alcance y la usamos en nuestro beneficio. Donde personajes públicos lanzan proclamas de libertad, justicia e igualdad pero no predican con el ejemplo. Basta con echar un vistazo a las redes sociales para ver a personajes que publicitan hasta la limosna que han dado, asegurando que la foto salga bien enfocada.

Pues un amigo me ha dado la idea para hacer un pequeño homenaje a una persona que lo merece más que muchos que hablan desde estrados o púlpitos. De aire distraído, como si tuviera muchas cosas que pensar --que no dudo que las tenga--, llega cada mañana a mi kiosco a recoger su prensa diaria. Con una gorra de diversos colores, con esa prisa que las personas sin pausa tienen al caminar. Hace tiempo que dejó de ejercer su profesión de odontólogo, pero no pierde ese halo de respeto que me infunden los individuos de bata blanca.

Durante muchos veranos, sus "vacaciones" han sido viajar a Perú para ofrecer sus habilidades como dentista a poblaciones desfavorecidas; ahora, ejerce la misma labor como voluntario en la prisión de Córdoba y compra el Marca y el As para llevárselo a los presos. Nunca lo he visto mostrar vanidad por lo que hace, pero sí agradecer cualquier pequeño gesto que pueda tener con él. Hace muchísimo tiempo llegó a ser presidente del Córdoba CF --cuando el fútbol era fútbol-- y creo que eso le hizo huir de vacíos protagonismos, porque nunca es agradable ser insultado y criticado sin razón alguna.

El mundo necesita personas como él, que den sin esperar nada a cambio. Que ofrezcan lealtad más allá de partidos políticos o credos religiosos. Seguramente fruncirá el ceño cuando lea este artículo, porque nunca le ha gustado destacar. Espero que usted me perdone, pero no se me ocurría mejor persona a la que dedicarle unas palabras durante estos tiempos tan desesperanzadores. Aunque no lo crea, usted debería servir de ejemplo a mucha gente, pero lamentablemente los ejemplos de hoy en día juegan al fútbol o van a Sálvame. Va por usted, don José María Romeo.

* Escritor