Algo tan serio como el que unos conciudadanos (o compatriotas, que ya hasta el lenguaje se vuelve aquí traidor) te pidan el divorcio puede terminar tomándose a broma porque no parece fruto de la coherencia querer irse de la casa común y, al mismo tiempo, llevarse los papeles en los que pone que tienes licencia para aprovecharte de tu antiguo estado. Estamos en la campaña de las elecciones catalanas y es lógico que se hable de esa región, comunidad autónoma, nacionalidad, nación o país. Vale. Pero piensas que eso no debe suponer, una vez que se vote, que la cuestión catalana sea lo más importante que le ocurre a España porque en el Estado español, país, espacio territorial o piel de toro, donde hemos nacido y nos hemos criado, lo de ser catalán sea una prerrogativa innata no porque seas un ser humano sino porque tú has nacido en una zona señalada por la divinidad, que en Montserrat toca casi al cielo --y eso que mi hermana, que nació en Villaralto-Córdoba, y que vive en Santa Coloma de Gramanet, lleva por segundo nombre el de la Moreneta--. Por eso no entendería el papel de Raül Romeva, de izquierdas --que nació en Madrid, por cierto--, que encabeza la candidatura independentista Juntos por el Sí, y que ha pertenecido a Iniciativa por Cataluña-Los Verdes, si reclamara la doble nacionalidad --catalana y española-- al día siguiente de haber consumado el divorcio con este espacio en el que ahora vivimos, para el que Pau Gasol ha ganado un eurobasket y que da miedo llamar por su nombre porque, ya se sabe, en Cataluña al menos, España nos roba.

Llega un momento en que las cosas se pueden sacar de quicio porque la singularidad catalana, vasca --donde algunos mataron por cuestiones identitarias-- o gallega, por ejemplo, se ponga como medida de todas las cosas donde lo que pese a la hora de consideraciones y repartos estatales no sea la persona y la solidaridad sino su lugar de nacimiento, algo así como un intento de perpetuar la injusticia del azar que ha señalado con el dedo de la mala suerte a los niños de Biafra y a todos los del Tercer Mundo. Una persona de izquierdas --Jesucristo (o el Papa Francisco) en plan laico-- no tiene argumentos para esgrimir el territorio como única tesis para dividirlo y sumir a sus habitantes en la duda de si el vecino me vigila por ser o no de su cuerda. El otoño entró en España el pasado miércoles a las 10 horas, 21 minutos. Esperemos que la próxima estación llegue a la misma hora en España y Cataluña, si antes el territorio donde vive mi hermana no le ha hecho un corte de mangas a la Aemet y ha montado un referéndum con derecho a decidir cuándo deben entran las estaciones en aquel país.