Opinión
RAFAEL Mir
Sin red
El mundo del circo está cada vez más lejos, no sé si porque crecen los franciscanos de así, que estiman como maltrato animal hacer pasar a un tigre por el aro, o porque no hace falta ir a la pista para oír payasadas, dadas las muchas que frecuentan nuestros oídos mártires.
Pero lo cierto es que quienes recordamos los circos de siempre, de todas las ferias, no podemos olvidar a la genial trapecista Pinito del Oro. No solo lo hacia muy bien, dejando en suspenso nuestra respiración, sino que trabajaba sin red, por lo que nuestra angustia era mayor. Bien es verdad que el marido de la trapecista se colocaba en la pista, exactamente bajo el trapecio, se supone que para amortiguar la caída en su caso. Vagamente recordamos que alguna caída hubo, y que en tal caso los cónyuges, ambos dos, resultaron lesionados; pero ninguno muerto.
El recuerdo de este trabajo sin red de Pinito del Oro nos provoca dos reflexiones:
La primera es que difícilmente se encontraría hoy a ninguna esposa con tamaña fe en la fuerza salvadora del esposo.
Y la segunda es que, aunque parezca increíble, hoy hay mucha gente, normalmente gente vieja --no necesariamente caduca-- que vive sin red.
Y escribo que no necesariamente caduca, porque hay gente inteligente, culta y valiosa que vive al margen de la red. Recluidos en sus enciclopedias no visitan Internet, y hasta con el ordenador no pasan de utilizarlo como moderna máquina de escribir, estupendamente correctora eso sí. Fuera las gomas de borrar y las cuchillas de afeitar, con las que los muy artistas hacían desaparecer del papel la palabra que sobraba o que había que corregir.
O sea que hay analfabetos informáticos de dos categorías. Los de la categoría grave, realmente inconcebible; quienes no utilizan el ordenador ni para escribir, aunque lo hagan con frecuencia y hasta para los periódicos. ("Yo se lo paso a mi hijo, él lo copia en su ordenador y luego lo envía por el correo ese, por correo electrónico"). Hay autores mayores, quizá muy mayores, que se comportan así, como quedan todavía escritores que todo lo manuscriben, cuando a la generalidad nos cuesta ya manuscribir todo el reverso de una tarjeta de visita.
Los analfabetos informáticos de la segunda clase, que los hay, son los que escriben en ordenador pero no han aprendido a visitar la red, a conectarse con Internet.
Tengo algún amigo de esta clase que tiene tanta curiosidad por lo que oye que está en la red, que para satisfacerlo imprimiéndoselo me obliga a reponer los paquetes de tinta de la impresora con mucha frecuencia. Por cierto, que abundan las impresoras muy buenas y baratas, pero que necesitan --porque nadie da duros por cuatro pesetas-- repuestos de tintas, negra y en color, que valen un Potosí, y duran tan poco que el último comercial que me vendió un paquete de tintas de impresora me despidió con un exacto "Hasta pronto". Y eso que era de tamaño XL.
Como los malos predicadores voy a terminar con una anécdota. Estábamos tomando churros de auténtica churrera, reunidos para ir a ver la exposición de El Roto en la Facultad de Filosofía y Letras, y la charla banal, circulando por los recuerdos, derivó hacia la canción de Juanito Valderrama titulada El Emigrante , y varios de los reunidos negamos que se dijera en ella "tengo que hacer un rosario con tus dientes de marfil", afirmación que implicaría el asesinato o la lesión grave de la esposa o la novia, para disponer de la dentadura.
Pues bien, esa misma tarde me telefoneó el analfabeto en informática --analfabeto de la segunda clase-- que con mucha euforia me dijo que su hijo había encontrado la canción y la letra en Internet, y que desde luego el emigrante quería hacerse un rosario con los dientes de marfil de ella. Qué pensara el hijo informático de su padre cuando le encargara la búsqueda de la canción es un enigma bastante interesante, aunque imagino que todos los hijos de ignorantes informáticos están curados de espantos respecto a las consultas que les hacen sus padres.
Ay, si nuestros vecinos se enteraran de algunas de las consultas que hacemos a la red, de lo que bajamos, miramos, copiamos, borramos, escuchamos... cuando estamos ociosos o con la mente en verde.
* Escritor y abogado
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