Los montillanos que residen o que circulan por el centro --es decir, todos-- nos hemos encontrado de la noche a la mañana, encerrados tras una reja metálica que impide el acceso de personas y vehículos por la calle central de Montilla, desde San Fernando hasta la Plazuela de la Inmaculada. Solo dos sendas de muy escasas dimensiones permiten entrar a algunos comercios, farmacia y otros servicios. Por fin, cuando trascurra el plazo, previsto para unos 3 meses, habrá concluido la tercera y esperemos que definitiva fase de la restauración de la calle principal de Montilla. Tendremos que aguantar lo que sea preciso, ya que, una vez finalizada, dará comienzo un nuevo proyecto para revitalizar el comercio en el centro urbano en esta zona céntrica que concentra la mayor parte de nuestro patrimonio histórico y artístico y ofrecer una imagen más atractiva que la actual. Se especula que dicho periodo se sitúa entre los 3 y 4 meses, dependiendo de la climatología.

Los comerciantes podrían ser aparentemente los más perjudicados por las dificultades para el acceso de los clientes a sus negocios, aunque también serán los más beneficiados una vez se hayan terminado las reformas.

Nuestras pacíficas alambradas contrastan con las que frenan la marcha de los miles de refugiados protagonizando escenas de horror y muerte. Somos testigos, tal vez cómplices por nuestras tibias respuestas. Infames alambradas, aquellas que separan los dos mundos, el del bienestar y el imperio de la ley del de la miseria y la muerte indiscriminada de seres humanos. Es el momento de denunciar estas situaciones extremas y sumar nuestras posibilidades de acción como ciudadanos, como colectivos de cualquier grupo que tenga como fin el ejercicio democrático, la generosidad y que promuevan una nueva mentalidad acorde con la encrucijada por la que atraviesa la Humanidad en este trágico inicio de milenio.

* Maestro