Opinión

RAFAEL Mir

Siria

No hace muchos días, repasando el diario junto al desayuno me quedé de piedra... de piedra destruida. En la página impar un hombre joven mostraba serenamente a la cámara un letrero no mayor que folio: "Help Syrian ". En la página par siguiente, dos imágenes tomadas desde un satélite: el mismo lugar antes y después de la barbarie: las ruinas del templo de Bel, erigido en el año 32 d.C., las mejor conservadas de Palmira según Aedeen Cremin, patrimonio de la Humanidad, y la desolación después de la demolición cometida por las milicias del Estado Islámico, que hasta su Dios confunda. Nefasta fecha la del treinta de agosto último, día del crimen.

De Siria en general y de la ciudad de Palmira en particular todo el que las haya conocido antes de la guerra actual, fatídica e inacabable, seguro que guarda un recuerdo imborrable. Los abogados cordobeses fuimos a Siria en 2004 nada menos que a formalizar el hermanamiento de nuestro Colegio con el de Damasco, al que los sirios dieron mucho esplendor y gran importancia. Sirva de ejemplo que el mejor hotel de la ciudad de Damasco, en el que nos hospedábamos, está en el centro de un auténtico bullicio de circulación rodada y de aglomeración humana; pues bien, los abogados sirios, vestidos con sus togas, cortaron la avenida para escoltar nuestro traslado desde el hotel al colegio de Damasco, ciertamente cercano.

El acto del hermanamiento fue muy solemne y tuvo su pizca de gracia, porque los compañeros sirios que traducían las palabras de nuestro decano de entonces, José Rebollo, sudaron tinta china y tuvieron que turnarse, vencidos por el sutil humor de nuestro decano, realmente intraducible.

En aquel viaje colegial memorable, que duró los días necesarios y suficientes, recorrimos el país de sur a norte y de este a oeste. Muchas cosas episódicas nos llamaron la atención: la vestimenta de los varones no difería de la nuestra, pero en las mujeres se daban las túnicas y lo velos y el estilo europeo. En un artículo que publiqué a nuestra vuelta escribí: "Está el contraste entre la vestimenta y los comportamientos de los hombres --exactamente iguales a los nuestros-- y el rostro cubierto parcial e incluso totalmente de algunas mujeres: el medioevo y el siglo XXI del brazo y por la calle". También, la presencia constante de los retratos del presidente Bachir el Assad, más invasora y extendida que la que aquí hubo en su día de Franco, que ya es decir; el culto a la personalidad no tiene límites.

Por cierto, que visitamos la Mezquita de Damasco y, si bien es verdad que nuestras mujeres tuvieron que cubrirse con túnicas, dentro del templo teníamos absoluta libertad de movimientos; por mi parte, hice un montón de fotografías y nada hubiera impedido que me pusiera de rodillas a orar, lo que no hice en aquella mezquita porque no lo hago ni en la nuestra.

Mi artículo referido terminaba así: "Se ha dicho con todo derecho (...) que todo hombre culto pertenece a dos naciones: la suya propia y Siria". En este podría escribir que vistos los destrozos y los crímenes cometidos allí, y vista su incontenible destrucción, por las fuerzas desbordadas de las ferocidad religiosa y la loca incultura, toda persona medianamente sensible y culta debería llorar en el alma por tanta muerte y tanta destrucción y clamar su indignación aunque fuera en el desierto.

Desde luego, es evidente que nuestro Colegio de Abogados no puede permanecer impasible y callado ante los desmanes que cada día ocurren en esa Siria, que pide ayuda sin ser oída.

Debemos preguntarnos qué es de ese Colegio hermano de Damasco, que probablemente sufre, y que seguramente está con los que sufren en aquel país.

Qué menos que mostrarles y pregonar nuestra solidaridad con aquellos compañeros y llorar con ellos la lamentable y al parecer irrefrenable destrucción de ese país tan hermoso, del que muchos abogados cordobeses conservamos recuerdos muy felices.

* Abogado y escritor

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