Opinión | cielo abierto

La fractura

El cántaro se agrieta, porque la amenaza es tan pesada que no pocos españoles querrían decir adiós, definitivamente, a Cataluña: ahí está la puerta. Y con esta actitud perdemos todos. A la mayoría que, según las encuestas, quiere seguir siendo catalana y española, ¿no hay que protegerla? Sufrimos las consecuencias de nuestra última ceguera ante un tumor canceroso, con su torre institucional de falsedades cíclicas. Desde la dictadura franquista, nunca una verdad oficial se ha impuesto tanto a la libertad de pensamiento, ni se han destinado semejantes recursos presupuestarios, políticos, educativos, culturales y propagandísticos, como los invertidos para convencer al pueblo catalán de que no quiere ser, además, español y europeo, lo que va unido en el mundo de hoy. Para difuminar su nefasta gestión, Mas y otros azuzan aquel viejo fantasma de que "España nos roba", desmentido por el último libro de Borrell Las cuentas y los cuentos de la independencia , recién vetado en TV3. Gentes que por ideología no pueden compartir ni el espacio del café en la barra, se presentan en la misma plataforma, unidos por el odio visceral, una emoción casi tan poderosa como el hambre futura. El problema en Cataluña, además de la ilegalidad, es la fractura social y la ruina inmediata, de la que nadie habla. El problema es la miopía del independentismo y el discurso político vacío para el día siguiente. El problema, allí, no solo es el totalitarismo, sino la manada silente de los tibios, los sumisos ante el cadalso propio, y que el cántaro de España, y su paciencia, ha empezado a romperse.

* Escritor

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