Opinión

Ciudades inteligentes

Uno de los principales activos de las llamadas smart cities (ciudades inteligentes) es su capacidad de conexión en red, tanto en lo que se refiere a la logística de la propia Administración y sus acciones hacia los contribuyentes como a la posibilidad que tienen ciudadanos y visitantes de acceder de manera gratuita (o con una pequeña tasa) al wifi público. Una de las mayores dificultades para que la conexión global de la ciudad sea del todo eficiente se debe a la legislación vigente en España, que, además de obligar al registro de la estructura municipal como operadora y de promover un servicio sostenible, limita la velocidad de descarga --un detalle en absoluto menospreciable-- a una magnitud cien veces menor que una ADSL doméstica, con lo que, si bien se facilita la conexión, en muchas ocasiones la navegabilidad deja de tener sentido. El servicio (su gratuidad y la demanda de mayores prestaciones) es cada vez más una necesidad de la población, que ya accede con más asiduidad a la red a través del wifi ciudadano y las conexiones 3G o 4G (con teléfonos y tabletas) que desde casa con ordenadores fijos. Y, por supuesto, es una necesidad de los turistas, que suman más de 7 millones al año. Pero para evitar la saturación del límite de datos, y teniendo en cuenta el atasco en muchas wifis públicas, la solución se halla bien en el pago por una mayor velocidad o en el recurso a cafeterías y comercios. Si se tiene en cuenta, las perspectivas serían excelentes para avanzar en el propósito de que las ciudades se consoliden tecnológicamente.

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