Opinión

ALEJANDRO López Andrada

Carreteras tercermundistas

Como si el tiempo no hubiera transcurrido y viviéramos hoy como hace varias décadas, en los años del tardofranquismo más pedestre, algunas de nuestras carreteras provinciales (este nombre de golpe adquiere una antigua dimensión) están descascarilladas y bacheadas, absolutamente rotas e intransitables, tanto que uno, al pisar su oscuro firme, siente que ha regresado a los días grises, gélidos e invernales, de una España que se fue, aunque algunos aún la intentan reeditar. Centrándonos en el argumento que nos toca, el de las carreteras provinciales, en el norte de la provincia últimamente existen algunas de las que uno se avergüenza cada vez que pasa por ellas trasladándose de una localidad a otra cada día, o, al menos, con una frecuencia semanal. Hablo concretamente de la que discurre entre mi pueblo natal e Hinojosa del Duque, una carretera que no hace muchos años, poco más de una década, presentaba un buen aspecto y tenía un firme sólido, grávido y brillante igual que el futuro de aquella España próspera que, en los últimos cuatro años, siempre gracias a los consabidos recortes rajonianos y su triste cantinela de la austeridad, se ha convertido en sombra de su sombra, un triste y plomizo remedo de su ayer.

Pero yo no quería hablar de aquel país en el que hube de regurgitar mi infancia, sino de este otro, el presente, el que vivimos y aún respiramos sin que nos cobren por hacerlo (si sigue este mismo Gobierno, ocurrirá), dueño de una agónica red de carreteras que hace no mucho tiempo, hace dos décadas, durante los años de las vacas gordas, fue, sin duda ninguna, una gloria nacional. Ahora, no obstante, las cosas han cambiado. La carretera, en concreto, que antes dije, la que va de mi pueblo hasta Hinojosa y Belalcázar fue reconstruida ya hace algunos años, durante un Gobierno muy distinto a éste, y adquirió igual que otras, también de los Pedroches, como, por ejemplo, la de Alcaracejos a Pozoblanco (ésta si sigue en un perfecto estado), una nueva categoría y un perfil bastante más cómodo, moderno y atractivo, lo cual derivó en que los muchos conductores que a diario la usaban ahorrasen en gasolina, en desgaste de ruedas y, sobre todo, en gastos de taller. Sin embargo, después de esos años luminosos, vinieron estos lodos de la austeridad que todo lo ha hundido, desgastado, erosionado, sobre todo la red de carreteras secundarias del norte de Córdoba, que hoy presenta en muchos tramos deficiencias terribles, imposibles de explicar en solo unas líneas. Es algo lamentable ver carreteras como la de Hinojosa, o la que discurre entre Villaralto y Fuente la Lancha, escoltada a ambos lados de ciclópeas retamas que, a modo de sombras lúgubres, insidiosas, han invadido el espacio del asfalto convirtiendo la vía en un camino fantasmal.

Centrándome en la carretera de Hinojosa a mi pueblo natal, saliendo de este último, justamente en el cruce que va hacia Peñarroya, a trescientos metros o así del núcleo urbano, el piso de este trayecto es pavoroso, y uno, a veces, imagina al pasar con su automóvil que el firme ha sufrido un reciente bombardeo dejando el asfalto absolutamente fragmentado, convirtiendo la vía en el cráter de un volcán. Suelo cruzar diariamente por ahí, por ese sitio concreto, y aún más lejos, en la misma dirección de Hinojosa del Duque, antes de llegar al arroyo del Lanchar, la carretera adquiere de repente un aspecto absolutamente desolado, de posguerra diría, preconstitucional. Hay quien dirá que es problema de la Junta, porque creo que es ella la responsable de este tramo de carretera decrépito, infernal; pero me atrevo a decir que no es así. El problema no es que la Junta invierta o no en arreglar ésta y otras carreteras de su competencia; el problema verdadero es el de los recortes, el de la terca austeridad que ha mantenido un Gobierno torpe e inepto a contracorriente, contra tirios y troyanos, intentado vendernos una política económica que, según hemos visto, ha hecho aguas y desinflado la antigua prosperidad de este país, igual que la de esta provincia que, hoy por hoy, en materia de carreteras, en la zona norte, la que vivo y respiro, al menos en unos puntos, es de un perfil gris, tercermundista, tanto que cuando piso algunos tramos de la carretera humilde que antes dije además de una pena inmensa, siento lástima, y una densa y profunda vergüenza nacional.

* Escritor

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