Opinión

En la crisis, educar en valores

Desde hace tiempo, se viene hablando con insistencia sobre la necesidad de educar en valores. Parece haber consenso en que la profunda crisis que vivimos es, en definitiva, una crisis moral, de personas, de valores. Hoy, asistimos a un fuerte debilitamiento de la ética, donde cada uno decide lo que es bueno y lo que es malo, lo que se puede hacer o no. El fin justifica los medios. Todo parece lícito si produce poder, si produce placer o si produce dinero, que son los valores esenciales del relativismo salvaje que vivimos. Para obtenerlos se sacrifican vidas y personas. Quizás por eso, ganan cada día más terreno las llamadas economías sumergidas o subterráneas, como la corrupción, la delincuencia y el tráfico de drogas. Hace unos años, se estrenaba una película que ponía el dedo en la llaga, titulada Los niños salvajes , una historia de emoción y dura crítica social sobre tres adolescentes que ni los comprenden sus padres, ni sus profesores, ni se comprenden tampoco ellos mismos, que intentan abrirse paso en la vida en una ciudad cualquiera. En Los niños salvajes conocemos a Alex, Gabi y Oki, tres adolescentes que viven en una gran ciudad. Son unos desconocidos para sus padres, para sus profesores y para ellos mismos. Oki es una muchacha de hogar acomodado, cuya madre está obsesionada por la comida sana y cree que eso es lo único que debe dar a su hija, mientras su padre anda obsesionado por un trabajo que le frustra. Alex es un inspirado pintor de grafitis al que no le interesan en absoluto las asignaturas que tiene que estudiar en el instituto y que tiene que soportar las continuas broncas que le echan sus padres. Gabi es un muchacho que practica boxeo con cierto éxito y cuya carrera deportiva es lo único que parece interesarle a su padre, que regenta un bar sin clientela. Los tres chicos asisten, ausentes, a las clases del instituto, pero sus mentes y sus corazones están en otro sitio. Su aislamiento emocional, llevado al extremo, tendrá consecuencias inesperadas. No hay maniqueísmo en la presentación y desarrollo de estos personajes, sino voluntad explícita de mostrar, de un modo documental, la degradación moral a la que se puede llegar cuando los que estamos alrededor de ellos no somos capaces de comunicar, estimular o abrir la espita que apresa la libertad y los proyectos personales en esa edad preciosa y difícil que es la adolescencia. Pero en tiempos de crisis, ese es el gran reto: la educación integral que forme y no sólo informe, que asuma al alumno en su plenitud de persona y se oriente a gestar ciudadanos honestos, responsables y solidarios, preocupados por el bien común, defensores de los derechos y cumplidores de sus deberes y obligaciones. Y esta debe ser la principal tarea no sólo de los educadores sino tambien de las familias, del Estado y de la sociedad en general. Para ello, es urgente que familias y escuelas vuelvan a reencontrarse y a proponerse vivir aquellos valores que consideran esenciales para el pleno desarrollo personal y la sana convivencia.

* Sacerdote y periodista

Tracking Pixel Contents