Transcurridos ya más de cinco años, podemos afirmar que la Primavera Arabe se ha visto defraudada.

Si bien es cierto que algunos países han emprendido una relativa transición del autoritarismo hacia la democracia al estilo occidental, la realidad es que ni estos se salvan de las turbulencias de la inestabilidad. La trayectoria del resto es, cuanto menos, alarmante. Algunos han optado por una vuelta de tuerca autoritaria, otros están inmersos en conflictos por la repartición del poder ante la descomposición estatal, peor aún, se han enzarzado en guerras civiles con tintes sectarios.

Cinco años de la Primavera Arabe y ya no hay demasiadas razones para el optimismo, ni pan, ni libertad, solo sufrimiento y persecución, conflictos que provocan miles de muertos y desplazados, milicias armadas y grupos yihadistas que se apoderan de territorios y secuestran toda esperanza.

Secuestros, extorsiones y ejecuciones por parte de milicias armadas, práctica a diario de crímenes de guerra contra civiles desarmados ante la atenta mirada de un Occidente impasible, que tiene gran culpa en lo que acontece, preocupado solo por proteger sus intereses económicos y por el número de refugiados que llaman a sus puertas; una Europa inmersa en la vergonzante subasta a la baja del número de personas a acoger por cada Estado, personas que vienen huyendo de las bondades de una atormentada e infernal Primavera Arabe y que lo único que buscan es protección.

Y un Gobierno español que se mantiene erre que erre en su posición oscurantista e insolidaria, que no solo sigue anclado en los viejos clichés sobre el "efecto llamada", discurso tan antiguo como falsario en el que se antepone una estrecha visión exclusivamente policial y de orden público sobre una visión protectora, humanista, garantista y responsable, que es la que exigen los tiempos actuales.

* Secretario de Migraciones de

CCOO de Córdoba