Si dentro de un tiempo se descubre que Mariano Rajoy es un agente doble al servicio de la izquierda radical, quizá se comprendan ciertas cosas. El presidente del Gobierno ha perfeccionado tanto su papel gallego de Clark Kent, entre la aparatosidad ortopédica del paso y esa conversación de atrofia lírica, con ese balbuceo del circunloquio huero, aunque esté hablando de nuestra mayor crisis, que cuando se conozca su verdadero discurso y toda esta labor encubierta para el desmantelamiento del PP, Pablo Iglesias, Alberto Garzón y lo que quede de Pedro Sánchez tendrían que levantarle un monumento, porque nadie ha trabajado más contra el PP que el presidente.

Rajoy es un pirómano en su bosque animado. Rajoy es dinamitero, Rajoy está dispuesto a reventar sus últimos días dorados. Porque en caso contrario resulta incomprensible esta inmolación de sus horas futuras, de las de España y las de Cataluña, las de la OCDE y nuestro espejo líquido en París. Ante el mayor desafío territorial de la historia reciente, con media Cataluña unida contra la otra media, el resto de España y la comunidad hispanohablante, Mariano Rajoy ofrece su medida de oro y nombra candidato a la Generalitat al racista Xavier García Albiol. Si alguien se propusiera destruir el PP de Cataluña y acabar con la última oportunidad de reconducir el desvarío independentista, no habría candidato mejor que García Albiol. "Limpiando Badalona" --de inmigrantes, se entiende--, fue el lema de su campaña en 2011. Un año antes, en sus panfletos electorales aparecía una fotografía de gitanos rumanos y la pregunta: "¿Tu barrio es seguro?". Llevado a juicio por SOS racismo, para él los rumanos son "una plaga" y "O aceptan nuestros valores o que se vuelvan por donde han venido".

Pero nada de esto es nuevo. Que se vaya, sí, que se vaya de aquí, toda esa pandilla de charnegos. De inmigrantes andaluces, extremeños, murcianos. Que se vayan el Pijo aparte y El amante bilingüe, en la iconografía de Juan Marsé, y que solo se queden en tierras catalanas sus hijos de raza pura. Xavier García Albiol, en realidad, aunque trate de defender el discurso de la unidad de España, lleva toda su vida política refrendando la apología de la segregación que también ha sugerido, de forma sinuosa, la parte más extremista del independentismo catalán. Esto es otro país, parecen decirnos, de fronteras cerradas. Pero lo curioso es que Rajoy, para combatir el secesionismo de Mas, su megalomanía provincial, haya designado a un político que piensa igual que él.

Para la masa latente de los indecisos, que no son partidarios del Sí, aunque desconfían de la España corrupta, agonizante y ceniza que representa el PP de Mariano Rajoy, Cospedal, Luis, sé fuerte, Bárcenas, Esperanza Aguirre y Francisco Granados, un candidato como García Albiol inclina la balanza a favor de la independencia. En bandeja, vamos, parece haber querido servírsela Rajoy a los secesionistas, como la embajada de España en la OCDE a José Ignacio Wert, por el único mérito de haber unido a la comunidad educativa y cultural contra él, mientras resistía y terminaba de ejecutar la sentencia de muerte cultural del 21% del IVA por aquel "No a la guerra".

El nuevo embajador de España ante la OCDE, en París, el ministro peor valorado, el más silbado, el más detestado, con una ley educativa nefasta y una gestión cultural estrictamente vengativa, podrá reunirse con su esposa, Montserrat Gormendio, que también trabaja en la OCDE. A París por amor, sí, con un sueldo mensual de 10.000 euros pagado por todos los españoles y un pisazo de 500 metros en la Avenida Foch.

"El nombramiento para puestos de representación exterior de personas de confianza o incluso la asunción por éstas de funciones de política exterior puede perjudicar, y ha perjudicado, los intereses de España, en tanto en cuanto no cuentan con la preparación y experiencias necesarias para moverse por la escena internacional", denuncia JADE, que representa al 65% de los diplomáticos. O sea, Wert, el peor ministro de cultura de la democracia. Al parecer Rajoy estaba advertido: no nombres a Wert, no premies su cerril fidelidad con el dinero público, que la gente no está para estas cosas. Pero Rajoy no siempre va donde le dicen: para estas gentes oscuras, la Administración es otro sistema de puertas giratorias. De Cataluña a Europa, Mariano Rajoy parece dispuesto a morir matando a su partido, entre el suicidio catalanista y sus corrupciones ilegales o no, pero indecentes, mientras entierra la credibilidad de un país.

* Escritor