Se celebra hoy, socialmente hablando, el Día de los Abuelos, por aquello de ser el día de san Joaquín y santa Ana, padres de María, la madre de Jesús de Nazaret. Según una tradición que arranca del siglo II, Joaquín y Ana son dos nombres llenos de grandeza a los ojos de Dios, grandeza que se esconde en la sencillez y la humildad. Ellos se acercaban al ocaso de la vida sin descendencia, pero la tardanza no ahogaba sus anhelos. Seguían rezando con esperanza. Las oraciones de Ana fueron escuchadas. Un ángel --según algunos, el mismo de la Anunciación-- se aparece a Ana en la puerta dorada del templo y le profetiza el nacimiento de una niña que se llamará María y será la predilecta del Señor. El culto a santa Ana es muy antiguo y anterior al de san Joaquín. En Jerusalén está la iglesia de santa Ana, cerca del templo. Allí, según la opinión de los padres, nació María. Con buen criterio, desde la orilla de la fe, se estableció en esta fecha el Día de los Abuelos, cuyas siluetas, en estos últimos tiempos, han adquirido gran relieve, acaso por su importante papel a la hora de ayudar a las familias, tanto económicamente como a la hora de tener el cuidado de sus nietos. Ahí están las cifras: el 70 por ciento de personas de más de 65 años son abuelos y la mitad de ellos se ocupan de sus nietos. La mayoría de ellos lo hacen con mucho gusto, pero otros se sienten agobiados, no quieren decir que no, porque entienden que la entrega de padres a hijos es ilimitada. La difícil situación económica, debida, sobre todo, a la crisis, ha puesto a muchas familias contra las cuerdas y la generosidad de los abuelos les ha llevado incluso a ofrecer su pensión para ayudar a la familia. "Si los abuelos hicieran huelga, se ha dicho, España se paralizaría". Hasta las pantallas de cine se han hecho eco de la situación, con una cinta, La princesa prometida , que refleja a la perfección el rol que los abuelos deben tener en la sociedad actual: el de ser cómplices de sus nietos, darles cariño y ayudarles, pero siempre de forma voluntaria. Se da una especial conexión entre el niño y el abuelo.

Hace poco, José María Contreras, buen psicólogo, enumeraba los requisitos que, a su juicio, deberían tener unos buenos abuelos. La primera cualidad es que, entre ellos, se quieran mucho, siendo así un ejemplo para sus hijos y sus nietos. La segunda cualidad, que nunca desautoricen a sus hijos, padres de sus nietos, para que puedan aumentar la autoridad. La tercera, cuidar con especial esmero la educación en la sobriedad y, por tanto, que los vean sobrios y dominadores de sí mismos. La cuarta, que no se quejen nunca, que sepan aceptar con alegría las contrariedades de la vida, explicando a todos por qué lo hacen. Y una quinta cualidad, que sepan aconsejar con espíritu tranquilo, ya que la experiencia es un manantial de sabiduría; que acentúen la bondad y la dulzura en sus palabras, infundiendo serenidad y buen hacer a su alrededor. Una jornada que nos invita a la reflexión para que ilumine y fortalezca a nuestros abuelos.

* Sacerdote y periodista