Voy a detallar aquí algunas cosas para que el lector pueda pensar sobre ellas en las próximas semanas, quizás tumbado debajo de un pino, o aprovechando un día en que no le apetezca bajar a la playa, o en un rato de descanso en un viaje por ahí. Cosas, digamos serias de la economía española, que probablemente no le echen a perder las vacaciones, pero que pongan un poco de realismo en medio de la calma estival --con permiso de la crisis griega, claro--. Las voy a proponer, sin demasiado orden.

Una es el crecimiento del consumo. Esto está bien, ¿no? Bueno, lo que pasa es que está retrasando la recuperación del ahorro. Y el ahorro familiar es importante, al menos por dos razones: como previsión para el futuro y como medida de prudencia. Como previsión, porque, no se haga ilusiones, las pensiones públicas no van a ser más generosas en el futuro --un eufemísmo para decir que perderán poder adquisitivo--. Y como prudencia, porque, de acuerdo con la ley de Murphy, es posible (¿o probable?) que algo salga mal dentro de poco. Y no estaremos preparados, porque desde hace dos o tres años las familias ahorran exclusivamente para pagar sus deudas, no para hacer colchón. Y algunas, simplemente, no pueden hacerlo. El problema de la deuda elevada no es solo de las familias, sino que afecta a todo el país: familias, empresas y gobiernos, y también instituciones financieras, que hacen de intermediarias entre los deudores y los acreedores, que son, en buena medida, los mercados internacionales. Según un estudio de McKinsey de hace unos meses, la deuda total de la economía española en el 2014 estaba alrededor del 310% del PIB. Probablemente está hinchada, pero, de todos modos, es de las más altas del mundo, solo por debajo, según ese estudio, de Irlanda, Singapur, Japón, Portugal, Bélgica, Holanda y Grecia.

Este problema de la deuda lo arrastramos desde hace tiempo. Mientras el país crezca y consigamos reducir nuestro endeudamiento, no pasa nada. Pero imagínese el lector que el susto de Grecia se materializa en una prima de riesgo alta durante un largo periodo de tiempo para la deuda española: el panorama no sería muy alentador, por las mismas razones dadas antes: un futuro más incierto, y una situación más débil a la hora de hacer frente a las perturbaciones que puedan venir. ¿Qué perturbaciones? Bueno, basta recordar que estamos en año electoral.

¿Lo de las pensiones no le ha convencido? El Fondo de Pensiones tenía 66.800 millones en el 2011 y 41.600 hace unos meses, y la retirada de fondos se ha acelerado cada año. Claro que el Gobierno puede financiar las pensiones con cargo a los Presupuestos Generales del Estado, pero entonces el déficit será más alto. Para eso está el déficit, ¿no? Bien, pero no cumpliremos las reglas de la Unión Europea, y el volumen de la deuda pública seguirá creciendo.

Por cierto, nos quejamos de que Grecia ha vivido por encima de sus posibilidades durante años... Pero nuestro país tuvo el mayor déficit público de la UE en el 2014, y volverá a tenerlo en el 2015. No parece que la política de austeridad de nuestro Gobierno haya sido tan agresiva... Y, además, se anuncian rebajas de impuestos para un futuro próximo, porque estamos en año electoral.

¿Cuáles son los motores de la economía española? No es la exportación, que ha perdido el brillo que tuvo cuando las ventas al exterior nos sacaron de la crisis. No es la inversión, que ha crecido, pero limitadamente. Es el consumo, como decía antes, y el consumo empuja a las importaciones. Y no es la industria, que presenta crecimientos modestos. No estamos cambiando el modelo que nos metió en la crisis: entonces el modelo se apoyó en la construcción y los servicios, principalmente el turismo; ahora la construcción se ha apeado, pero la industria no está tomando el relevo. Como ya he dicho en otras ocasiones, un cambio de modelo no se lleva a cabo de la noche a la mañana, y menos aún si no se toman medidas para conseguir ese cambio.

No me diga el lector que he conseguido ponerle nervioso... Porque todavía no he entrado en otros temas, quizás de más largo plazo, pero no menos importantes, como el insuficiente crecimiento de la población, entre una natalidad muy reducida y una emigración que se lleva una parte relevante de nuestro capital humano. Ni del retraso en algunas reformas importantes, como la educativa, la laboral (seguimos con un mercado dual), la de la competencia, la de las profesiones, la energética... Pero ya he dicho que no quiero ponerle nervioso, entre otras razones porque desde su pino veraniego o desde la playa no podrá hacer gran cosa para solucionar todo esto. Simplemente, cargue sus pilas, porque el curso que viene la economía española nos volverá a dar trabajo. Mucho trabajo.

* Profesor del IESE