Recientemente representantes del Ayuntamiento de Córdoba se reunían con la Asociación Barrios Olvidados. Ni que decir tiene que la iniciativa no sólo es positiva, sino necesaria, ya que si hay algo imperdonable desde el punto moral y político en una democracia es la pobreza y la marginalidad; aunque no exclusivamente en ésta. No solamente estamos ante un problema de cubrir las necesidades básicas del que necesita lo mínimo para mantener la dignidad, sino que el problema se enraíza en un proceso de marginalidad más complejo que además tiene que ver con la falta de recursos educacionales y laborales. Romper esa tendencia que en demasiadas ocasiones se engendra a sí misma de generación en generación es una de las principales obligaciones de una sociedad basada en las libertades y los derechos fundamentales. Por supuesto, también la pobreza y la marginalidad vienen por mano y obra del destino. La crisis, y todas las crisis económicas han dado buen testimonio de ello. En Córdoba, todos conocemos más o menos de cerca la existencia de barrios marginales con una problemática tan antigua, por desgracia, como común, pero lo que sí está claro es que esa marginalidad trasmutada por la debacle de la clase media, se está atomizando a un gran número de barrios anteriormente fuera del esquema de la pobreza. El compromiso político debe de abarcar todo el espectro que conforma esta lacra social, ya que la marginalidad, salvo la excepción que confirma la regla, nunca es aislada, sino que forma parte de un fenómeno amplio y complejo. No sólo basta en centrarse en determinados barrios o sectores, de una manera estructural, sino con la sensibilidad y los recursos necesarios para abarcar individuo por individuo allá donde estén. En cuestiones de pobreza y marginalidad no se puede olvidar a nadie.

* Mediador y Coach