Hace unos día estábamos celebrando desde estas mismas páginas la victoria del no en el referéndum griego, es decir, el apoyo de la mayoría del pueblo al gobierno de Tsipras que argumentaba que con este voto de confianza se podría enfrentar a las demandas de los acreedores y a las instituciones europeas que los representan, y ahora nuestra perplejidad es el rostro ante la máscara de la burla. ¿Qué ha ocurrido para que Tsipras acepté un nuevo rescate en unas condiciones más onerosas que las que rechazó y pidió que el pueblo rechazara? ¿De qué ha valido convocar el referéndum? ¿De qué ha valido el no, de qué la valentía de los griegos que, pese a las presiones y chantajes de las instituciones europeas, votaron por la democracia y la dignidad? ¿Para que el Parlamento griego con los votos de la oposición, causante de la corrupción y la situación económica de Grecia, aprueben unos acuerdos que el exministro Vurofakis califica de un nuevo Versalles, referido a las condiciones humillantes que los vencedores de la I Guerra Mundial impusieron a Alemania y que causó el surgir del nazismo y la II Guerra Mundial? ¿No queda claro una vez más que el pueblo no es más que un instrumento para legitimar el poder político nacional que es subsumido por un poder supranacional y este por una clase en-sí y para-sí transnacional que no responde más que ante sí misma y cuya única lógica es el beneficio? ¿No queda más claro aún que la UE está en manos del capital financiero que quiere merendarse a Grecia como se desayuna cada mañana con España y otros satélites menores bajo la dirección de Alemaña? (no es un error tipográfico: así llamaban los republicanos españoles a la Alemania nazi) ¿Y no está más claro que los gobiernos europeos son los cómplices necesarios de este banquete, que reparte austeridad (miseria) para el pueblo trabajador y caviar para el gran capital? Qué oportuno una vez más la frase de Warren Buffet, tercera fortuna del mundo, cuando dijo aquello de que "ha habido una guerra de clases y mi clase ha ganado". Tsipras, ese héroe griego de ayer, es hoy la imagen lamentable de una traición y ha hundido al pueblo, que decía querer salvar de la humillación, en la insignificancia más absoluta. Llámenle protectorado o dictadura de los mercados. El nombre no cambia el burro que ha de soportar la carga de la infame austeridad. En este estado de cosas, ¿puede sorprendernos que, en la ateniense plaza de Sintagma, la calma esperanzada que encontramos hace unas semanas, las banderas que hace unos días tremolaban con orgullo la víspera del referéndum se haya visto alterada por las huelgas, las cargas policiales y los coctel molotov? Hay una frase de Tsipras en el Parlamento que se presenta como un enigma: "Hemos plantado una semilla", dijo sibilino. Mientras que el oráculo del tiempo nos resuelva el sentido, podemos afirmar que ha encendido a la Europa de los pueblos.

* Comentarista político