Antiguamente estuvo generalmente admitido que no todos los hombres eran iguales, ni tenían los mismos derechos. Los griegos y los romanos, aun siendo personas muy cultas y supuestamente maestros de la ética, como Platón o Séneca, no vieron con malos ojos que hubiera hombres esclavos y hombres libres. En plena sociedad cristiana, los duques y marqueses no eran lo mismo que los artesanos o los campesinos. La revolución francesa lanzó el eslogan de "igualdad, libertad, fraternidad". Es a partir de entonces cuando el principio doctrinal de igualdad de todos los hombres y mujeres adquiere categoría de axioma, de principio fundamental de la estructura social. Lo aceptan todas las constituciones de los estados modernos, lo asume la Declaración de Derechos Humanos de la ONU. Es así como también queda incluido en el artículo 1º de la Constitución española de 1978.

Pues, a pesar de la Revolución Francesa, a pesar de la Declaración de los Derechos Humanos de la ONU, y a pesar del primer artículo de la Constitución española, no todos los hombres y mujeres son iguales, ni viven en igualdad. Ya no hay esclavos y libres, ya no hay duques y plebeyos, pero sigue habiendo personas poderosas y personas que no lo son. Personas que pueden decidir sobre la suerte de los demás, y personas subordinadas a las decisiones que toman otros. El poder ha cambiado de forma, se asienta sobre fundamentos diferentes, pero sigue estando restringido a un círculo de selectos. En cualquier sociedad, sea la sociedad mundial, sea la sociedad española, sea la sociedad cordobesa, se puede identificar el estrecho círculo de "poderosos".

¿Cuál es el fundamento del poder? ¿Qué tiene el poderoso que no tienen los demás? En las versiones más elementales, el poder se apoya en la fuerza física, o en la fuerza de las armas. Es el poder que existe en una pandilla de barrio, en una tribu india, en una dictadura militar. Es la capacidad de ejercer la violencia con más efectividad que los otros. Otra versión del poder, más sutil, pero también un tanto burda, es el dinero. El rico es poderoso por el mero hecho de ser rico. Puede comprar voluntades, financiar a matones, sobornar a funcionarios, pagar favores. Todavía existe esta clase de poder, pero sin duda está en decadencia. Ya no está bien vista esta manera de ejercer el poder. Precisamente estamos asistiendo a procedimientos judiciales donde se persiguen algunas de estas actividades de los poderosos. Por último, la forma más sutil del poder son "los intereses". La creación de un tejido de intereses mutuos crea un tejido social superpuesto al tejido real, donde cada acto, cada apropiación patrimonial, cada puesto generosamente remunerado, queda justificado por la compensación mutua de intereses entre los participantes en el estrecho grupo de "selectos". Jacinto Benavente hizo una descripción magistral de una sociedad en la que nada era lo que realmente era, sino lo que le interesaba a cada uno que fuera. Su pieza teatral Los intereses creados son una perfecta descripción de este tipo de sociedad.

Por eso me dirijo a los poderosos, y acepto que debo incluirme a mí mismo entre ellos. La cultura y las amistades son también origen de poder. No creo que el poder pueda ser eliminado. Puede revestir una forma u otra, pero existe siempre. Hay poder en la sociedad civil, hay poder en la empresa, hay poder en la universidad, hay poder en las finanzas, hay poder en la Iglesia. En cualquier organización social hay gente más poderosa que otra. Eso no impide que el poder sea peligroso. Los que lo tienen han de ser muy cuidadosos con él. Pasa como con los coches. Son peligrosos. Es preciso conducir con cuidado. El coche existe, pero si estas sentado al volante debes ser cuidadoso de lo que haces con el vehículo. Si no tienes cuidado, puedes matar.

Dado que el poder no va a desaparecer de las instituciones, son precisas dos limitaciones al ejercicio absoluto del poder, una institucional y otra ética. La institucional consiste en la existencia simultánea de un contrapoder. Cualquier poder que en el ámbito de su actuación carece de un contrapoder limitante es automáticamente un poder nocivo. Mi primera sugerencia a los poderosos: ejercer el poder sin sentirse limitado es peligroso, lo mismo que conducir un coche con demasiado alcohol en la sangre. La segunda sugerencia, desde un punto de vista ético: el poder no existe para beneficio del poderoso, sino para beneficio de la sociedad. Digo de la sociedad, no de los amigos del poderoso.

* Profesor jesuita