Hace unos días nos dejaste, con la misma elegancia como viviste: en silencio y con tu característica sencillez. Artesano de la gubia como pocos y con una imaginación para crear fuera de lo normal, formas parte de esa legión de grandes artistas cordobeses del siglo XX.

Desde muy niño, en tu querido barrio de Santiago, comenzaste a mostrar tu habilidad y aptitud para el dibujo y las artes plásticas. Por eso, con quince años te matriculaste en la Escuela de Artes Aplicadas y Oficios Artísticos Mateo Inurria. En la década de los cincuenta, entras en contacto con José Callejón, uno de los imagineros más renombrados de la ciudad. Y tras un tiempo con el decides instalarte por su cuenta en el año 1960 realizando gran número de imágines, sobre todo dolorosas, a cuyos rostros imprimías una exquisita bondad y dulzura, logrando así acrecentar tu fama de gran maestro. La Beata Ana María Taigi y el relieve de la Santísima Trinidad del Retablo mayor de la Iglesia de los Padres de Gracia, han salido de tu gubia. Tu paso por Amsterdam y París, te permitió entrar en contacto con las corrientes vanguardistas de la época. En 1988 te reclamó la Diputación para colaborar en la recuperación del retablo de la Merced, realizando una imagen de San Pedro Norlasco.

Sin embargo una de tus más apreciadas esculturas es la dedicada a San Juan de Dios que preside la entrada al hospital del mismo nombre, en Córdoba. También realizaste magníficas esculturas de Lagartijo , El Cordobés , Manolete y otros, así como la maqueta del monumento a Los Piconeros que nunca, lamentablemente, nunca se llevó a cabo.

Estés donde estés gozarás de la paz que supiste imprimir a los rostros de tus imágenes. Un abrazo, querido amigo.

Rafael Rodríguez

Córdoba