Hace un año un avión que hacía la ruta entre Amsterdam y Kuala Lumpur (Malasia) era derribado cuando sobrevolaba la zona próxima a la localidad ucraniana de Grábovo, en la región de Donbass, que unas semanas antes se había rebelado contra las autoridades de Kiev y donde había empezado lo que ahora se ha convertido en un conflicto enquistado de baja intensidad que enfrenta a Rusia con Occidente y solo favorece los designios de Moscú.

Los familiares de la víctimas exigen justicia, pero en estos 12 meses poco se ha avanzado en la investigación para aclarar la autoría y responsabilidad del derribo en el que encontraron la muerte los 298 pasajeros y miembros de la tripulación que iban a bordo. En octubre debería conocerse el resultado de la investigación internacional que en estos meses ha llevado a cabo una comisión que encabeza Holanda, país del que procedían la mayoría de las víctimas. Precisamente ayer, en vísperas del triste aniversario, se difundió la filtración del informe holandés, que culpa a los rebeldes prorrusos e insta a acelerar la investigación por la tragedia.

Aquel grave incidente marcó un punto de inflexión en las relaciones entre Ucrania y Rusia y entre esta y Occidente. Moscú ha negado siempre su responsabilidad en lo ocurrido, pero la opinión generalizada en base a las pruebas recogidas es la de que el derribo fue obra de rebeldes separatistas prorrusos que usaron un misil tierra-aire proporcionado por Rusia. Una primera consecuencia fue la adopción de sanciones económicas y financieras aún vigentes contra Moscú.

A los familiares de las víctimas les queda poco consuelo más allá de presentar una denuncia, como han hecho algunos, contra el ruso Igor Strelkov que entonces era el líder separatista. Ya tuvieron que soportar la indignidad de ver cómo los rebeldes dejaban los restos mortales expuestos durante días a los calores estivales en una amplia zona y cómo asignaban su recuperación a personal sin la mínima experiencia en estos delicados menesteres. Ahora todo indica que los intereses estratégicos en este nuevo enfrentamiento entre Rusia y Occidente son un obstáculo para el esclarecimiento de la verdad. El primer ministro holandés ha pedido la creación de un tribunal de la ONU para llevar ante la justicia a los sospechosos del atentado, pero Putin ya ha dicho que no lo va a permitir, e incluso ayer habló por teléfono con el premier holandés, Mark Rutte, instándole a no sacar conclusiones anticipadas y a acelerar la investigación. Así lo expuso un comunicado del Kremlim, pues para Putin es "prematuro" y "contraproducente" proponer un tribunal internacional que juzgue a los responsables del derribo del avión malasio. Todo lleva a pensar que mientras no se resuelva el conflicto de Ucrania, será casi imposible saber la verdad sobre lo ocurrido con el Boeing abatido y, de momento, su resolución va para largo.