La principal característica que, según la mayoría de los medios de comunicación y los analistas políticos del país, ha definido el comportamiento del presidente del Gobierno desde que accediera al mismo a finales del 2011, ha sido, inequívocamente, su silencio como respuesta a los muchos y graves problemas que fueron surgiendo a lo largo de su mandato y los no menos numerosos y graves de corrupción en su partido.

Sin embargo, a partir de la fuerte irrupción y ascendente presencia de Podemos y Ciudadanos en el panorama político nacional y, sobre todo, de la debacle del PP en las recientes elecciones autonómicas andaluzas, tan silencioso líder, no sé si por iniciativa propia o forzado por la cúpula de su partido (incluidos los barones y jefes de las principales plazas), que ven peligrar sus cómodas y rentables poltronas, en un alarde de travestismo populista "se ha soltado la melena" y, presa de un insospechado histerismo electoral, se ha tirado a la arena de la campaña electoral para intentar salvar lo insalvable: las mentiras y contradicciones de lo prometido en el 2011 respecto a su acción de gobierno en estos más de tres años de mandato y su nefasta política de recortes que tan empobrecida está dejando a la sociedad española.

Tal transformismo no tendría más importancia que el bochornoso ridículo de su protagonista si no fuera por las enormes frustaciones, desencantos y desmoralización que dicho comportamiento puede acarrear a un importante sector de la sociedad española, precisamente, el más vulnerable a la crisis que nos azota desde el segundo semestre de 2007: los parados, los que han visto reducida significativamente su capacidad adquisitiva como consecuencia de la drástica disminución de sus ingresos y, en general, todos los que en mayor o menor medida estamos sufriendo la política de recortes emanada de su Gobierno. Es claro, pues, que el presidente Rajoy ha pasado, de forma irresponsable, del silencio a la más obscena de las frivolidades, por lo que supone de engaño al país.

Obscena frivolidad es, indudablemente, la sopa de cifras con la que pretende confundirnos, a modo de sopa de pollo pero sin pollo, con sus previsiones de crecimiento del PIB (Producto Interior Bruto) y por derivación, pero falsamente, del empleo, cuestiones éstas a las que ya me he referido en otra comparecencia anterior en este periódico. Obscenidad que se manifiesta igualmente en la estrategia adoptada por el Gobierno a la hora de presentarnos tan suculento plato: En la comparecencia de la vicepresidenta del Gobierno del 30 de abril, acompañada por los ministros De Guindos, Montoro y Wert, en plena precampaña electoral, se nos anuncia "la buena nueva" de que, si se cumplen sus previsiones, recogidas en el Programa de Estabilidad 2015-2018 enviado a la Comisión Europea, se puede dejar atrás la crisis, creándose 601.000 puestos de trabajo más este año. En dicha comparecencia no se airea otra parte no menos importante del documento en el que se reconoce que tan optimistas previsiones podrían verse empañadas significativamente si no se mantienen los tres pilares sobre los que se han cimentado, a saber: el bajo precio del petróleo, el nivel actual de los tipos de interés y la depreciación del euro tras la inyección de liquidez del BCE que está beneficiando a la economía europea, variables exógenas en el modelo de previsión del Gobierno y, en consecuencia, factores ajenos a la gestión económica del mismo. Y el día 3 de mayo, el ministro De Guindos anuncia que "la proyección del año 2016 al 2018 es que los salarios, la remuneración por empleado, crezcan cerca del 1,5% de media, por encima de la inflación". ¿Cómo pueden vaticinar tales previsiones, en los momentos tan delicados y precarios que vive una parte muy importante de la sociedad española, cuando no saben lo que va a pasar el mes que viene?; ¿qué organismo, nacional o internacional, fue capaz de intuir la aparición de una crisis económica tan brutal como la que estamos padeciendo?

Frivolidad obscena es, igualmente, que 2,6 millones de parados de larga duración carecieran de prestación alguna en el 2014 en nuestro pais --en marzo de 2015 baja al 55,4% el porcentaje de parados con experiencia laboral previa registrados en los servicios públicos de empleo-- que junto con la deflación de los salarios, está originando un nivel de desigualdad y emprobrecimiento en nuestro país insoportables. Y así podríamos extendernos largamente en la lista de obscenas frivolidades que en su loca carrera electoral "adornan" el comportamiento del presidente Rajoy.

Es una pena que la filosofía haya sido catalogada como asignatura optativa de nuestro sistema educativo, tan necesaria, según Luis Landero, para "defendernos de la banalidad y desenmascarar y ponernos a salvo de los discursos baratos, tranposos, fatuos y hasta ridículos de la mayoría de nuestros políticos. Más que nunca, ante la ristra de elecciones que se nos avecinan, quizá ésta sea la hora de regresar a la filosofía".

* Economista