Los vinos de Montilla-Moriles fueron el primer producto amparado por una denominación de origen en la provincia. Su consejo regulador, constituido en 1944, recogió un nombre que ya sonaba desde finales del XIX. Pero la calidad de estos vinos de graduación alcohólica natural y los esfuerzos para su comercialización no han sido suficientes para situarlos en el nivel que se merecen, a lo que tampoco han ayudado las modas que han llevado a la cerveza y al tinto a reinar durante las últimas décadas. Así, se han ido arrancando viñedos hasta llegar a una producción más reducida pero estable, y empiezan a vislumbrarse nuevos estilos en los que vuelven a tener valor la cultura, las tradiciones y la historia ligada a nuestros vinos. Las rutas destinadas al enoturismo, las visitas a las bodegas, lagares y viñedos, el recorrido por los pueblos con tradición vitícola, las catas dirigidas y el turismo gastronómico están permitiendo un renacer de la cultura del vino que, bien enfocada, puede ser un gran estímulo para Montilla-Moriles.

La Cata del Vino que hoy termina es una muestra de ello. Un estudio elaborado por profesores de la UCO cifra en unos 2,5 millones de euros el impacto económico de esta degustación, en el que cobra especial relevancia que 15.000 de las 80.000 visitas previstas procede de otras provincias, y que el 70% de estos enoturistas son menores de 40 años. Todo apunta a que el momento es bueno para relanzar con entusiasmo nuestros vinos, únicos en el mundo, y la idea expuesta por el presidente del consejo regulador, Javier Martín, de celebrar una Cata del Vino en Málaga, donde nuestras bodegas y rutas turísticas pueden beneficiarse del turismo universal de la Costa del Sol, parece una buena iniciativa que añadir a este esfuerzo de difusión.