Dicen que los mejores placeres de la vida son gratis y en Córdoba hay muchos y en primavera, más. No hay más que darse un domingo una vuelta por el campo, que es el eufemismo típico de la sierra cordobesa, no solo para llenar los pulmones de aire puro y deleitarse de la luz y el perfume de la vegetación, sino para ensanchar el espíritu y ver a familias y grupos de amigos disfrutando de un día de convivencia y naturaleza, y de paso los padres tienen el privilegio en estos tiempos que corren de ofrecer a sus hijos la primavera de la sierra cordobesa donde ellos también fueron niños. No obstante, han pasado algunos lustros desde que usted y yo corríamos, infantes, con un trozo de tortilla de patata en la mano y un filete empanado detrás de una pelota en mitad de un perol; aun así uno, cuando contempla esos peroles desde el ángulo de los años y del progreso, tiene la sensación de que el sin par bastión del ocio y de la tradición cordobesa no cuenta con la infraestructura que le corresponde, teniendo en cuenta las posibilidades orográficas y de comunicación de nuestra sierra. Aún en este siglo y en este año las familias siguen estando de prestado en esos lugares consagrados por décadas de peroles y primaveras que ni siquiera cuentan con una triste fuente de agua o un contenedor de basura. Es curioso, pero cuando uno viaja a un país subdesarrollado lo primero que nota es si la riqueza paisajística está abandonada o bien por falta de cultura o de recursos, o de políticas de conservación, explotación y puesta en valor. En nuestro caso por falta de la primera, desde luego no es, pues en Córdoba los peroles y su cenit en primavera siguen siendo la expresión más clara de los cordobeses de que su sierra pertenece a su tradición, historia y progreso; aunque este último no llega a todos los lugares donde si llegan los cordobeses a disfrutar de un buen perol.

* Mediador Civil y Mercantil