Que infortunadamente la corrupción pudre desde hace tiempo los pies de no pocas instituciones públicas, que no encuentran apoyo sobre firmes cimientos y pétreos mármoles sino que se asientan en el lodo donde las han trasladado los encargados de comandarlas, es un hecho que parece incontrovertible dentro de un sistema democrático que lamentablemente pierde calidad a pasos agigantados. ¿Pero cuándo comenzó todo esto? ¿Con los negocios puestos en pie o que fueron promocionados durante la difícil transición política hacia la democracia? ¿Con los pactos pre y pos constitucionales entre partidos políticos para que el cambio no afectase lo nuclear del régimen, amañados entre los viejos dinosaurios y los curtidos e incentivados alevines que deseaban situarse en el festín que se preveía? ¿A cuál de esas grandes y básicas instituciones cabría achacar, así como a sus cabezas dirigentes, la mayor cuota de responsabilidad en este ostensible descrédito y deterioro moral que acaba afectando tan hondamente a la sociedad? Sin embargo no todo está perdido pues hay políticos encarcelados en los penales que ellos mismos se encargaron de inaugurar, mientras que a otros les cae encima la ley que promocionaron en su día. Algo es algo, pero poco para lo que está pasando habida cuenta que los grandes escualos que se lucraron, o que hicieron o dejaron hacer, se confiesan impunes considerándose inocentes de sus dentelladas protegidos por el afín entramado del sistema ¿Cuándo será posible que las cuestiones de Estado se saneen y se racionalicen?

* Doctor ingeniero agrónomo.

Licenciado en Derecho