La pérdida de valores en nuestra sociedad está haciendo estragos. Muchos defienden la escuela pública, minimizando o demonizando a la escuela privada, como si no fuesen compatibles. Estas discusiones que, a veces, resultan bizantinas, olvidan algo fundamental. Antes de decidir el tipo de escuela que queremos, debemos tener en cuenta que haya escuela.

Recuerdo que en el libro Fundamentos de filosofía , de Antonio Millán Puelles, que por cierto ha sido reeditado por Rialp y que a tantos nos inició en materia tan importante, se decía que para filosofar era necesario tener el estómago lleno. Afortunadamente hoy es una discusión que nos podemos permitir el lujo de tener, pero hay muchos, muchísimos niños que no tienen acceso a esa enseñanza, siquiera básica. Y viene a ello el haber leído en National Geographic, marzo 2015, un buen reportaje sobre las migraciones forzosas debidas a la guerra de Siria.

Hay en él una fotografía en la que se dice: "Ahmed de cinco años, rompe a llorar tras llegar sano y salvo a Turquía con su familia".

Me sobrecogió ver ese rostro. Rodeado de los suyos, con una mirada perdida que no sabemos a dónde se dirige, con esa desesperación inconsolable, con el semblante lleno de lágrimas, anhelante de la seguridad que no tiene, llama a la puerta de cada uno de nosotros y dice: "¿Dónde está mi escuela? No me importa la que sea, quiero tener la confianza del maestro, la dulce mirada de mi madre esperándome en la puerta, el bullicio del recreo mientras juego con otros niños. Vosotros que tenéis el estómago lleno, que podéis discutir sobre qué tipo de enseñanza he de recibir, acordaos de mí, de tantos otros como yo, que por guerras tan inútiles como injustas, nos vemos desplazados, sin posibilidad de recibir enseñanza, de ese derecho básico universal y necesario del que tantos nos vemos privados".

Pienso que hemos progresado, tenemos muchos medios materiales, cosificamos a las cosas y a las personas, pero, en el fondo, no hemos cambiado.

Seguimos siendo aquél homo sapiens que un día apareció sobre la tierra y a medida que creció, que dominó a los animales y a las plantas, a todos los seres vivos, también se deshumanizó, dejó de pensar en el otro, no lo vio como hermano, sino como cosa a la que utilizar para su beneficio propio.

* Escritor