El Ayuntamiento de Montilla ha dedicado una de los avenidas del pueblo a José Padillo Delgado, uno de los grandes empresarios andaluces que nos dejó hace ya algunos años. Tuve la enorme satisfacción de pasar mucho tiempo a su lado. Compartir sus soledades de corredor de fondo, como todo buen empresario. Sentir esa sentida humildad que solo habita en los hombres excepcionales. Contemplar su impecable forma de actuar. Y, sobre todo, aprender de quien, sin tener un título universitario, merecería un doctorado honoris causa en Economía, al dedicar toda su vida al mundo de la empresa, como sinónimo de creación de empleo.

José Padillo nació en Montilla, ciudad de la que nadie pudo separarlo y de aquí el título que encabeza estás líneas. En una ocasión le planteé --cosas de la edad-- la idea de trasladar la sede social de sus empresas. De su mirada, que aún recuerdo, deduje que estaba en un craso error. Su ciudad natal vio comenzar su actividad en un taller de cordelería, que dejó cuando se dio cuenta que no era un negocio de futuro. Con un motocarro pasó a distribuir alimentos por las aldeas. Al motocarro le siguió su primer camión que compró en Catac, del cual era gerente mi padre, Francisco Martín Salcines. Se comprometió a pagarlo a plazos y los cumplió meticulosamente, como todas las obligaciones que asumió a lo largo de su vida. Al primero le siguieron otros camiones y fundó, junto a sus hermanos, Alimentación Peninsular, SA (Alipensa), en la actualidad la empresa de distribución de productos alimenticios más importante de Andalucía y una de las primeras de España.

Montillano de pro, entró en el negocio de vinos adquiriendo la bodega de Montebello, a la que seguirían la de Miguel Velasco (en un mes de agosto con un calor infernal) y las instalaciones y marcas de Montulia (entre otras, las de Cobos), lo que hoy es Navisa, así como en la agricultura, partiendo de las tierras de la familia. Y, como no puede ser de otra forma, en Montilla.

Sus empresas cuentan hoy día con más de seiscientos trabajadores. Siempre reconoció su papel, así como el de las personas y entidades que le apoyaron en sus inicios y a lo largo de su carrera empresarial. Prueba de ello es que una entidad bancaria mantuvo, durante años, su oficina abierta en Montilla y solo por el volumen de negocio de Alipensa.

La solidez de sus empresas, tal y como el mismo no se cansaba en repetir, había sido posible gracias a su personal, así como al apoyo de su familia. Sus hijos fueron incorporándose al conglomerado empresarial y desarrollan sus responsabilidades en distintas áreas. Todos ellos aprendieron de Pepe Padillo la filosofía del trabajo bien hecho, la meticulosidad a la hora de desarrollar su labor y el trato exquisito con los trabajadores, clientes y proveedores.

Ajeno a los reconocimientos públicos, recuerdo que, cuando le concedieron la Medalla al Mérito en el Trabajo, me llamó preocupado, pues no quería que se la impusieran en un acto público. Sólo nos dejó en una ocasión que la Fundación Ideor, de la Cámara de Comercio de Córdoba, le hiciera entrega del premio al mejor empresario del año. Lo recogió y se deshizo en agradecimientos para todos. El no se valoraba, ahora bien, valoraba sus empresas y el trabajo realizado por cada persona en ellas.

Para el Consejo Regulador que presido, personas como Pepe Padillo son las que han hecho posible los actuales éxitos de la Denominación de Origen. No le gustaba mucho el vino, pero era consciente de la importancia del sector para la economía de Montilla, de aquí que tenía que estar presente. Sirvan estas líneas tanto de reconocimiento, de las 7.000 familias que dependen del mismo, a su persona y a su familia, como de agradecimiento al Ayuntamiento de Montilla por este humilde reconocimiento, como humilde fue este gran hombre.

* Presidente del Consejo Regulador Montilla-Moriles