Las fotografías de Gervasio Sánchez hablan. No solo te explican el dónde y el cuándo sino también el qué y el por qué; nos preguntamos y te interrogan. Su mirada es humanista pero no en el sentido clásico de salvación a través de la cultura. En esas fotos está reflejado el horror del hombre, su capacidad de violencia y de canibalizar a los demás seres humanos, y al tiempo exigen una explicación, indagan en la condición humana. Porque detrás de cada foto intenta dejarnos bien claro que hay una historia, una persona que ama, sufre, pero que también puede llegar a convertirse en un monstruo. Lo que Hannah Arendt llamaba la "banalidad del mal" y que Gervasio transforma en la "indiferencia del dolor ajeno".

Sus fotos son otra especie de "horrores de la guerra" goyescos hechos con una cámara en vez de con pinturas y dibujos. Para ello ayuda el que sean la mayoría en blanco y negro --sin posteriores manipulaciones informáticas--, lo que acentúa su carácter dramático, su extemporalidad, la nostalgia de las imágenes puras y duras y quizás la mejor manera de reflejar la dicotomía entre el bien y el mal con sus grises humanos o inhumanos.

Gervasio no juzga, ofrece al espectador la información para que lo haga él mismo reclamando de su sensibilidad una reacción emocional, y por supuesto y ante todo ética, empezando por la propia decisión de mirar para hacer visible lo que vemos. Cada fotografía es así un documento, casi una narración, socialmente crítica, con anhelo de veracidad y objetividad. Lo que Pierre Bordieu definió como "objetivación participante o comprometida". Con la responsabilidad de los tres momentos que Martha Rosler precisa en este tipo de fotografía en su libro Etica y estética de la fotografía documental : qué tema escoger (la guerra, el dolor), con cuáles criterios estéticos y el contexto de su distribución.

Los kosovares o bosnios, los guatemaltecos, los niños y niñas (en especial éstas) de las guerras del Africa Occidental, los mutilados de esas mismas guerras, la prótesis de madera de la mujer mozambiqueña que duerme junto a su hija tras perder una pierna con una mina, el rayo de luz que traspasa la destrucción de la biblioteca de Sarajevo tras la caída de una bomba, los niños balcánicos que juegan entre las ruinas. O el paso del tiempo en la vida de los supervivientes, en la cotidianidad recuperada y creída perdida para siempre. Y la capacidad del ser humano por rehacerse, como un fénix, de las cenizas y el espanto que le rodea, que impregna su memoria y su vida; un espanto marcado a fuego en los rostros y en los ojos tristes de los niños soldado, hechos hombres demasiado prematuramente y obligados a matar a su propios padres; o en las fosas de los fusilados en la guerra nuestra o ajena y que imploran a nuestra piedad humana que su memoria sea rescatada aunque fuera a través de los restos cadavéricos y no miremos hacia otro lado.

Porque Gervasio no se casa con nadie sino con su propia independencia, con los derechos humanos de todos --no solo los de un bando ideológico--.

Y en esa independencia ideológica, que no quiere decir neutralidad, Sánchez cuenta con su cámara pero también con su voz, las verdades del barquero, aunque a los poderes no les guste. Por ello no nos deja ni nos puede dejar indiferentes nuestra mirada de esas fotografías que a través de la suya, del objetivo de su cámara, nos ofrece la realidad, en muchos casos oculta, de la guerra, de la capacidad de sobrevivir al horror, de mostrar que los verdugos en muchos casos también son víctimas y se confunden, la de lo que existe al otro lado de aquella expresión momentánea. Entra de lleno en el corazón de las tinieblas de nuestra condición, como un Conrad que nos muestra al monstruoso Kurtz en las profundidades del Congo.

¿Dejan un resquicio a la esperanza? Quizás sea esa la intención de este fotógrafo humanista cordobés de adopción zaragozana, en su exposición antológica en la Bienal de Fotografía de Córdoba. No espantar sino el hacer pensar, el convertir un instante efímero como es la fotografía en eterno, que traspase el tiempo y el pensamiento.

* Médico y poeta