Estos días pasados hemos asistido a un despliegue informativo a cerca del hallazgo de los posibles restos de Miguel de Cervantes. A nosotros, amantes de su obra y admiradores de su riqueza humana, frente a la inane escenificación del suceso; nos interesa que aflore, más que sus restos óseos, el rico caudal de humanidad que mana de su persona; caudal este de ejemplaridad que, pedagógicamente canalizado, bien podía objetivarse en sistema de regadío para este país tan de secano en ejemplaridad.

Mucho se ha admirado a Cervantes como escritor extraordinario, valorando sus escritos como la obra de un genio; pero muy pocos, que nosotros sepamos, se han afanado en escudriñar su rica persona, para describirnos cómo fue el hombre que nos dejó tan ingente obra. Al decir de algunos, ha faltado todo un Plutarco que hiciera un verdadero retrato personal de los matices de su naturaleza humana.

Tiene Laín Entralgo escrito en su Ensayo sobre El Coloquio de los Perros , que Cervantes, queriéndolo o no, nos ha confesado su personal visión del mundo en que vivió y una buena parte de su personal modo de ser. Dice Laín: "A mi juicio, el hombre que juntos componen Cipión y Berganza es el hombre Miguel de Cervantes. Mediante sucesos fingidos, y con sentencias realmente sentidas por su alma; la existencia asendereada de Berganza, su buen natural, su alegría en medio de las desdichas es un trasunto del personal modo de ser de Cervantes y de su visión del mundo en que vivió".

Para continuar diciendo que cervantinos son también los rasgos definitorios de Cipión: "El pesimismo sereno y desengañado con que juzga la vida de los hombres en sociedad, su piadoso temor a escandalizar, la creencia en una virtud y una verdad más allá de las falsedades del mundo, su voluntad de salvar poética y religiosamente toda realidad, por abyecta que parezca; son rasgos de su natural forma de ser". Concluyendo : "Que hay virtud en el mundo, aunque poca y oculta, y solo son capaces de verla y apreciarla los hombres fieles a la nobleza de su humana condición".

Y es que Cervantes, a pesar de ser mirado con desdén por quienes no comprendían o no querían comprender sus méritos, y a lo maltratado que fue por la ciega fortuna y por ásperos y miserables enemigos; los personajes de sus novelas, hasta los peores, tienen algo que honra a la naturaleza humana. Algo que a algunos de nosotros, nos lleva a no saber qué admirar más, si su ingenio como escritor o su generosa humanidad. En Cervantes, mucho y merecidamente se ha ensalzado la excelencia del escritor, hagámosle justicia ensalzando también la excelencia de la persona.

José Pérez Estacio, profesor jubilado de E.S.,especialidad Psicología-Pedagogía

Córdoba