La encuesta que todos los partidos reclamaban, la del 22 de marzo, ha llegado. De entrada, habrá que comparar detenidamente los resultados con los de 2012. Escribo cuando aún no se conocen los datos definitivos, y en consecuencia cabe una pequeña variación en los porcentajes. El PP, de ser la fuerza más votada, con un 40,6% de los votos y 50 diputados ha experimentado un descenso importante, con 33 diputados y un porcentaje del 26,7. Los socialistas, que venían de un 39,5% y 47 diputados se sitúan ahora como primera fuerza política, pero ven descender su porcentaje hasta el 35,4 y mantienen el número de diputados, 47. Izquierda Unida ha pasado del 11,3% y 12 diputados a un 6,8 y 5 parlamentarios. Podemos inicia su andadura en el Parlamento andaluz con un porcentaje del 14,8% y 15 diputados, con lo cual casi se cumple lo que decían las encuestas. Ciudadanos es otra nueva fuerza política, con el 9,2% y 9 escaños. Serán las cinco formaciones políticas que decidirán quién ocupe la Presidencia, puesto que no olvidemos que estamos ante un sistema parlamentario en el que los ciudadanos no elegimos de forma directa al Presidente, sino que lo hacemos a través de nuestros representantes, a pesar de que durante la campaña se nos haya querido hacer ver lo contrario (como en todas las campañas, por otra parte), y en especial esto ha sido muy evidente en el caso de Susana Díaz, que ha realizado una campaña personalista, cuando no egocéntrica en mi opinión, e incluso con el error de querer identificar su persona con Andalucía, algo que ya habíamos visto en los grupos nacionalistas, pero que no es de recibo en quien se reputa de ideología socialista. Dado el descenso experimentado en términos porcentuales por el PSOE creo que el pretendido liderazgo de su candidata ya no es tanto.

A partir de este momento se abren dos interrogantes. La primera, cuáles serán los pactos, y de qué carácter, para la formación de gobierno, si bien parece probable que ante la proximidad de elecciones, tanto municipales y autonómicas como generales, nadie quiera establecer compromisos de gobierno y todo se reduzca a un apoyo parlamentario y permitir que gobierne la lista más votada. La segunda tiene una doble dimensión, por un lado qué incidencia tendrá este resultado en las municipales, en particular en Andalucía, pues si bien es cierto que los comicios locales tienen un carácter diferenciado, donde juega un papel importante quién sea cabeza de lista y en las que se puede dar el llamado "voto dual", es decir, poblaciones que tienen un comportamiento electoral diferente en cuanto al partido que apoyan en función de la convocatoria a la que son llamados, sin embargo ese descenso del PP puede influir en que una parte de los electores abandonen esa opción; y por otro, ver si lo ocurrido en Andalucía tiene repercusión en el ámbito nacional. Recordemos que las primeras elecciones autonómicas andaluzas, en mayo de 1982, fueron el precedente de la victoria socialista en octubre del mismo año. Ahora las circunstancias son bien distintas, y no se trata tanto de que el PSOE vaya a sustituir al PP sino hasta qué punto se fragmentará también el Congreso de los Diputados de la misma forma que lo ha hecho el Parlamento andaluz.

Hace ahora tres años, al comentar las elecciones autonómicas en este diario afirmé que los socialistas harían mal con echar las campanas al vuelo. Ahora, a pesar de haber ganado, tampoco, porque sigue su descenso en apoyo porcentual, una tendencia iniciada en 2008, cuando se bajó a algo más del 48% desde el 51% obtenido en 2004, mientras que en 2012 se llegó hasta el 39,52%. Y una conclusión: pienso que en estas elecciones más de uno, y de una, no han tenido en cuenta lo que decía Cernuda, que "no es más andaluz quien de andaluz se disfraza".

* Historiador