En la bisagra de 2014 con el presente año de gracia (y de inquietudes a granel) falleció en México un poeta español de caudalosa y original vena, Juan Almela, Gerardo Deniz (1934-2014), en su encarnación lírica, emparentado muy directa y estrechamente con el fundador del PSOE, el mítico líder obrero ferrolano Pablo Iglesias (1850-1925), del que fuese bisnieto. Los obituarios de los dos periódicos nacionales de mayor influencia político-ideológica coincidían, al noticiar de su tránsito, en las líneas medulares de su etopeya. La reluctancia por la banal épica de la literatura del exilio y la honda afección por una virtud cívica en cuyo cultivo se distinguieron sobremanera y a escala mundial los españoles de pasadas épocas: la dignidad. Ejemplo ciertamente de altura moral y densidad intelectual.

Su testimonio, en verdad, no pudo estar más lejano del ofrecido por un escritor contemporáneo del vate recién muerto, que haría objeto predilecto de su enjoyada pluma el tema del exilio americano, muy recurrente en la última etapa de su refulgente carrera literaria. Con razón, pero con diana artera, el gran prosista castellano se quejaba de la mitología que se había apoderado del noble tema, con vistas sobre todo, en su opinión, a reforzar la --estéticamente-- infirme fama de las principales figuras de aquél, con el calculado propósito de rebajar las cualidades y méritos de los lletraferits peninsulares e insulares del mismo periodo; y a tono todo ello con la bombástica exaltación de los grandes novelistas, vates y ensayistas suramericanos coetáneos.

Cuestiones de oropel e intereses andaban en juego en la campaña abanderada por el astro rey del periodismo literario de la Transición --votos y vetos académicos, pugnas editoriales (feroces como las de las antiguas tribus africanas, en un tiempo que presenciara el cenit de su influencia y desarrollo en las dos orillas del Atlántico hispano...), obsceno caciquismo crítico---; mas no por ello quedaban descalificadas por motivos reprobables las aporías manifestadas por el gran gurú y sus muchos y pedisecuos adláteres en punto al calibre real de la aportación y peso de las letras nacidas al calor del pesaroso trance de 1939, término de la más excruciante de nuestras siempre encarnizadas guerras civiles. La desfachatez con la que se desenvolvían algunos de sus representantes retornados más o menos transitoriamente a su geografía natal, con exhibición a menudo impúdica y acrítica de éxitos y dones, no podía dejar de suscitar la respuesta fulmínea y airada de quien ostentaba, con reivindicación y asenso cuotidianos, el cetro de la letras hispanas en su género de mayor difusión y ascendiente.

Tan comprensible y hasta en algún extremo lógica actitud no ha de conducir, empero, a su vez, a un oscurecimiento ni siquiera pasajero de los muchos y contrastados quilates de toda índole que abrillantaron la cultura y, en especial, la literatura con firmas de españoles transterrados a consecuencia de la admirable fidelidad a sus creencias e imagen de su identidad histórica. El nombre de Gerardo Deniz, poeta muerto tan lejos de su patria en los inicios del invierno del 2014-15, reitera la exigencia de continuar tributando a su exaltante memoria reconocimiento y estima inextinguibles.

* Catedrático