Cuando José Ortega y Gasset escribió en 1929 su serie de artículos en el diario El Sol , de los que ese mismo año surgió su Rebelión de las Masas , los felices años veinte estaban llegando a un final abrupto con la Gran Depresión y la segunda parte de la Gran Guerra. Pero por encima de todos esos movimientos convulsos, la idea y la realidad de un estado del bienestar fue estableciéndose en Europa. Y los efectos de ese estado maternal sobre la psicología del individuo fueron intensificándose hasta llegar con nosotros al siglo XXI.

Ahora, en este preciso momento en que esta gran crisis que vivimos, que es comparable por su crudeza a la Gran Depresión, ha hecho saltar por los aires definitivamente la idea del estado del bienestar, pero con él quizás también se ha esfumado la fe un tanto ingenua que los individuos, olvidándose de su ciudadanía, habían ido depositando en las instituciones públicas y en los políticos como quien confía sus ahorros a su banco de toda la vida. Como crisis significa también oportunidad, o sea como no hay mal que por bien no venga, esta crisis económica es también una crisis política y una crisis psicológica que está permitiendo --quiero creerlo-- el desarrollo (el desenvolvimiento) de un hombre nuevo, independiente, un ciudadano consciente, culto, proactivo, deseoso de desarrollarse personalmente pero también solidario.

Tenemos señales inequívocas de que esta transformación psicológica está teniendo lugar. Una transformación psicológica que, siguiendo la terminología de Ortega, estaría conduciéndonos desde el hombre-masa al hombre-minoría. A estas generaciones de individuos entre las que me encuentro no nos da miedo ser diferentes ni mostrar nuestras diferencias; muy al contrario, nos sentimos cómodos en un paisaje urbano diverso, rodeado de miríadas de tribus y lobos solitarios que, a diferencia del hombre-masa, cultiva al mismo tiempo un instinto solidario. Cuando antes la personalidad individual se disolvía y se refugiaba en una sociedad ficticiamente integrada, ahora esta nueva camada de individuos ciudadanos somos más nosotros mismos al tiempo que podemos construir una sociedad más integrada y más justa.

Como resulta obvio, estos cambios psicológicos ya han encontrando su eco social y han alcanzado el nivel de la expresión política a través de nuevas propuestas y proyectos concretos, como los de Podemos y Ciudadanos, por mencionar solo los que parecen llamados a jugar un papel importante en estas próximas elecciones y los próximos años en Andalucía y España. De todas formas, aunque mi visión es positiva, no voy a caer en la tentación de entregarme con los brazos abiertos a cualquiera que venga y mucho menos si llega con cierto tufillo de mesianismo trasnochado. Si de verdad, este cambio psicológico nos está transformado en ciudadanos dignos de las mejores repúblicas, se supone que sabremos identificar con claridad los proyectos que genuinamente plantean llevar a estas minorías mayoritarias de ciudadanos libres al centro de la política, y la política al centro del poder. Mesías no necesitamos ni los queremos para esto.

Espero llegar a tiempo para votar el domingo. Pretendo pasar el fin de semana en Madrid con mi amigo Gonzalo y su charpa de amigos madrileños. No tenemos nada previsto; solo hemos quedado en Atocha el viernes de cinco a seis. El peligro que tiene tanta gente libre pensando a la vez es que la cosa puede acabar descontrolándose y cobrando vida propia. Y una nueva forma de vida nunca se sabe cómo puede funcionar.

* Profesor de la UCO