No me imagino Córdoba sin Mezquita. Eso sería en otro mundo. Un mundo que no quisiera conocer porque, llegado tal caso, ya nada tendría sentido. Córdoba sin Mezquita es algo que no podemos permitirnos imaginar.

Personalmente creo que el egoísmo de la Iglesia ha superado la fe que profesa. Enseñan desde el púlpito a rechazar cualquier bien material, pues dicen que su reino no es de este mundo y nos encontramos con tamaña hipocresía en el seno de su iglesia. Acumulan edificios, solares, terrenos, en tal cantidad y tan avaramente, que su religión es más parecida a una empresa privada que a un dogma espiritual de fe. Y no solo no se conforman con acumular propiedades y riquezas que en poco contribuyen a eliminar las dolencias de los habitantes de este mundo, sino que se ofenden y claman al cielo cuando se les pide que contribuyan a las arcas municipales.

Para mí este edificio emblemático solo puede tener un nombre: Mezquita, y una dueña legítima: la ciudadanía cordobesa, pues es de nuestros bolsillos y no de los cepillos de los actos religiosos de donde salen sus obras, reformas, infraestructuras, subvenciones y es a golpe de vista y de historia lo que hace que sea mundialmente conocida como Mezquita de Córdoba y nos sitúe en el mapa del turismo nacional e internacional.

Como Mezquita de Córdoba la reconocía la Unesco allá por el año 84 como patrimonio cultural de la humanidad y como tal debemos conservarla. Las circunstancias de un país católico hasta más rabiar como ha sido el nuestro, antes de convertirse en el país aconfesional a rabiar, al que hemos evolucionado, ha hecho que en su interior y rompiendo con todas las reglas de la arquitectura ortodoxa, se construyera un altar y espacio de culto cristiano, intentando con ello evangelizar cada piedra y darle cuerpo y espíritu de santa catedral a todo el conjunto que se niega físicamente a ser sólo templo católico.

A mi parecer llamar catedral a un altar dentro de un edificio omeya hispanomusulmán es como llamar catedral a una ermita que por muy hermosa que sea y disponga de gran extensión de terreno resulta algo menos que ostentoso. Pero como la tradición lo viene practicando con el consentir de gobernantes y ciudadanos desde el siglo XIII parece que es de justicia y de buen agrado que siga así y, en tal caso, lo que deberíamos de tratar como una singularidad o anécdota amable de respeto y tolerancia de la convivencia de nuestras tres culturas, de las tres religiones más representativas con las que Córdoba ha convivido en paz durante siglos y convertirlo en un bebedero de tolerancia, respeto, diversidad y empoderamiento de una ciudad de gran tallaje, se ha transformado en una fuente de negocio donde la Iglesia es la gran beneficiaria y la ciudad ve peligrar su historia, su idiosincrasia y su herencia. Esto desde luego, independientemente de la fe que tengas y profeses, dista mucho de un comportamiento ejemplar.

Como ciudadana contemplo impotente cómo la Iglesia defiende sus intereses económicos y sus privilegios por encima y a expensas de los intereses de sus conciudadanos y conciudadanas. A ellos y a ellas y a la próxima agrupación política resultante de las elecciones municipales de mayo, les pediré que respeten el nombre de la Mezquita de Córdoba y sea el municipio, para beneficio del municipio, el que lleve su gestión, porque solo cuando Córdoba recupere y se haga responsable de su patrimonio cultural podremos empezar a pensar que Córdoba tiene futuro.

* Miembro de Ganemos Córdoba