Junto con el meretricio, soy el "oficio" más antiguo del mundo, el que peina más canas sobre un rostro sarcástico, mordaz y socarrón. Me burlo fina y disimuladamente de la confianza que le prestan a mis "damnificados". Soy irónica y doy a entender lo contrario de lo que digo y pienso. Soy hija sacrílega, procreada con quebrantamiento de lo prometido al "bien común". Soy bastarda de muchas madres, de muchos genios y de muchas malas costumbres consentidas.

Esta soy yo y aquí me tienen, implantada virulentamente en la "sociedad política", ponzoñosa y maligna en mis actividades, capaz de reproducirme súbitamente al menor atisbo de posibilidad de enriquecimiento ilícito. Cautelosa y expectante.

Yo sé elegir bien a mis víctimas corruptibles con secretos oscuros, inconfesables, ofreciéndoles "oros y moros", transformándoles sustancialmente la realidad que viven por otra más suculenta, deliciosa y sugestiva, y más degradante para su propio prestigio personal, pero esto último apenas si ellas lo contemplan: es calderilla dentro del saco de las exquisiteces que yo les prometo.

Esquivé, hace muchos años, la petición desesperada de mi adversario David Hume, que clamaba a los legisladores el establecimiento de férreos controles vigilantes a los agentes políticos. Me reí, y me sigo riyendo, de todos los que buscan el tan cacareado "bien común", sirviéndoles, con mis encantos, en bandeja de plata, idolatrías, dinero, mucho dinero que "no es de nadie" porque es público (¿De qué me suena esto?), egoísmos y repetidas tentaciones de sobornos. Soy la demostración Aristotélica de la definición de la práctica corrupta: la que se cuela entre la "vigilancia de la vigilancia", según expresaba, con un punto de desencanto, el profesor Aranguren. Soy, en suma, una gran desmoralizante social de amplio espectro, el mal más superlativo que se le puede infligir a un país como España, siempre tan contenta con sus propias lacras que, por dócilmente aceptadas, parecen más que insolubles.

Desde la simonía, originaria de Simón el Mago que pretendió engañar a los Apóstoles Juan y Pedro para que, por una gran suma de dinero, le vendiesen el Poder del Espíritu Santo, hasta el más reciente caso de corrupción evidente, siempre y en todos los casos, me he salido con la mía: el favor y los obsequios indebidos, la compra-venta de bienes con precios pactados en función del binomio prebenda-beneficio, las legislaciones interesadas y las complicidades que jamás pueden confesarse porque buscan, y encuentran, ganancias ilícitas, han sido la útil "zanahoria" que, tras el consabido y desvalorizado "palo", han buscado los genéticamente corruptibles y corruptores. Y yo me tengo que alegrar: Estos motivos son mi impagable caldo con el que yo cultivo, en el terreno más oneroso posible, mis artes embaucadoras.

Por eso es en España donde he asentado mis "reales" con más convicción, con más garantía de éxito, en el lugar que estoy más cómoda utilizando mis canallescas barrabasadas. ¿Qué por qué es así? Simplemente, porque aquí no me saben combatir o me combaten muy mal, y yo, decididamente, no voy a descubrir cómo se me tiene que debilitar y reprimir. Han de comprender que a nadie le gusta tirar piedras sobre su propio tejado. ¡Faltaría más! Soy la corrupción, pero no soy tonta. Soy género femenino y como tal mis hechizos son incontestables: seduzco, fascino, atraigo, enamoro, conquisto...

A los que quieren que desaparezca, se les cae la boca hablando de transparencia, pero las organizaciones de sus partidos políticos nunca han sido capaces de ponerme cara; los que lo hacen apelando a la "tolerancia cero" son los mismos que apoyan a mis víctimas corruptas dándoles ánimos y alientos; los "arrepentidos" y confesos no restituyen a la sociedad los objetos y motivos, contantes y sonantes, de sus prácticas deshonestas que yo misma les enseñé; los "pillados con las manos en la masa" no temen a la Justicia porque es lenta, engorrosa y propicia la deseada prescripción. Y tantas cosas que, aunque quieran exterminarme, solo consiguen aumentar mi complacencia en la maldad cuando compruebo, por mí misma, su "generosa" inutilidad... En fin, ante tal escenario, yo a lo que sé hacer: atraerme a los prevaricadores, traficantes de influencias, blanqueadores de dinero, usurpadores de personalidades, chantajistas del poder, trepas y arribistas. Jamás envejeceré entre tantísima "calidad" de la población delictiva española, ataviada con "cuello blanco".

Y vosotros, ciudadanos que me sostenéis esperando que a mí me expulsen de aquí, esperad sentados. Esperad, esperad...

* Gerente de empresa