Puede que sea hasta cínico que me muestre feliz por las cosas que veo alrededor, pero he de admitir que he aprendido a relativizar las cosas. Por supuesto que el paro sigue presente y que la crisis golpea a familias hasta el punto de arruinar sus expectativas de futuro. Pero puede que la burbuja que ha explotado nos haga reaccionar. Nunca ha sido mi intención usar este espacio para hablar de política ni de esos ideales que se me suponen. Y no voy a empezar ahora.

Me da pena que Córdoba esté en un momento gris, cuando todo en ella es luz. La vieja ciudad que Abd al-Rahman III hizo capital del mundo conocido que parece no tomarse en serio a sí misma. ¿Por qué competimos contra otros cuando los mayores enemigos somos nosotros mismos? Córdoba no es la Mezquita-Catedral, ni su Templo Romano, ni las ruinas de Madinat al Zahra. Siento disentir de todos aquellos que creen que el mayor tesoro es la mezcla de las tres culturas de tiempos remotos o las excelsas pinturas de Julio Romero de Torres.

Córdoba son sus gentes; las mismas que hacen grandes sus rincones. Es esa mujer que se afana en regar los geranios de uno de los muchos patios cordobeses. Es ese barrendero que pasa cada día por las Tendillas y que saluda con un "buenos días" a cada transeúnte que se cruza. Me emociona ver el esfuerzo de cada trabajador y cada empresario por levantar la persiana de su negocio día tras otro. Los periódicos hablan de corrupción, de hipotéticos gobiernos chavistas, pero todo es tan relativo- Sin querer frivolizar los problemas de la ciudadanía, la desgracia ajena hace al hombre más consecuente con lo que es y más consciente de lo que tiene. Hoy veo a un niño de no más de nueve años, cortar su palmera de chocolate que devoraba con ansia y compartirla con uno de los sintecho de la plaza. Y siento esperanza. Porque otro mundo es posible. El día que entendamos que debemos ser revolucionarios de conducta y no reaccionarios de carácter encontraremos la felicidad. Córdoba se debe a sus gentes. Los que gobiernan se deben a las gentes. Sean diestros o zurdos. Altos o bajos. Hay tanta riqueza en esta ciudad que se esconde a nuestros ojos que tan solo espera ser descubierta. Hoy te invito a que busques los reclamos que Córdoba te ofrece, que son muchos. Hace tiempo que cada artículo que escribo en Facebook lo acabo con la misma frase: "Descubre Córdoba. Disfruta Córdoba". Hazlo. Disfruta de las sonrisas que ofrecen personas que buscan una otra. Responde a los "buenos días" de ese barrendero o emociónate con los gestos de buena voluntad de algunas personas. Entonces descubrirás la verdadera riqueza de Córdoba. Y será en ese momento cuando entenderás esto: eres cordobés, enhorabuena.

* Escritor