Ya lo sabes... Me increpan y me gritan por la calle a menudo. Cuando contesto me lanzan insultos, me persiguen o caminan a mi paso. Me aterrorizan". Así respondía V., de 19 años, una de las mujeres de mi familia, estudiante de Ingeniería, al preguntarle sobre la última vez que percibió violencia contra su persona por el hecho de ser mujer.

M., su amiga, no tardó un minuto en comentar también: "Me sucede cada vez que voy por la calle. Tengo que soportar comentarios de hombres acerca de mi físico, así como miradas de arriba abajo que me hacen sentir como un objeto más que como una persona. Se dirigen a mí haciendo comentarios como si me conocieran. Se conceden la libertad de hacerlo. Y yo creo que no tengo por qué recibir comentarios de alguien a quien no he visto en mi vida y no me conoce de nada".

M., licenciada en Ciencias Políticas de 34 años, también hablaba en la misma línea: "Yo percibo violencia constantemente. En el trabajo, mi jefe expresa de mil maneras su desconfianza por mi condición de mujer joven. Es un tipo de violencia verbal y cultural. En mi opinión existe un laissez faire en la sociedad acerca de comentarios y actitudes machistas. A eso le llamo violencia cultural. En la calle, el acoso verbal es diario".

La violencia contra las mujeres va mucho más allá de las agresiones contra sus cuerpos o los malos tratos físicos. La violencia verbal que reciben las mujeres jóvenes en la calle u otros lugares donde desarrollan sus actividades puede llegar a convertirse en una presión insoportable, y supone la negación de un derecho de ciudadanía: el derecho al uso del espacio público, donde cualquier persona tiene derecho a estar en paz. Pero existen además, otras manifestaciones de violencia menos evidentes aún y que actúan en el nivel psicológico o simbólico.

L., de 27 años, licenciada en Publicidad y Relaciones Públicas, me cuenta: "Justo ahora voy con una amiga en el coche. Estábamos saliendo del aparcamiento tranquilamente, cuando un hombre se ha parado al lado del coche a indicarle a mi amiga cómo tenía que sacarlo.¡Nosotras en ningún momento hemos pedido ayuda ni asesoramiento para desempeñar la acción! El hecho en sí, no es agresivo, claro, pero, ¿significa que él ha interpretado que estábamos en apuros? ¿Por qué? ¿No nos está situando en posición de inferioridad dando por hecho que necesitamos su ayuda, o que somos un poco inútiles al volante?".

Por otro lado, I., diplomada en Ciencias Empresariales, me explicaba situaciones en las que la percepción de invisibilidad marca el límite del agravio: "Cuando estaba de comercial, muchos hombres a los que iba a visitar ni me daban la mano ni me ofrecían sentarme. Cuando iba con mi compañero solo le miraban a él, hablaban con él, como si yo no existiese".

M.J. también se refería a la dimensión social en su respuesta. Esta pedagoga de 70 años, se siente tremendamente agredida por la aprobación y entrada en vigor de la Ley 27/2013, de 27 de diciembre, de racionalización y sostenibilidad de la Administración local. El impacto de esta Ley sobre las políticas de Igualdad, afirma, es demoledor. "Supone una gran pérdida de recursos, a nivel municipal, para la Igualdad. El Gobierno arremete con un nuevo ataque frontal a las políticas de Igualdad exterminando la promoción de las mujeres como materia competencial de la administración local. Supone un paso atrás sin precedentes, y el desmantelamiento de una red de centros y servicios para la promoción de la igualdad de género, y de atención y asistencia a mujeres víctimas de violencia machista, que no solo perjudica en sus derechos a las mujeres, sino también a sus hijos e hijas, y por tanto a toda la sociedad española que está sufriendo un retraso en los avances conseguidos en materia de igualdad entre mujeres y hombres. Esto es una agresión al modelo de Estado que proclama nuestra Constitución Española y a todas nosotras".

* Miembro de la Red EQUO Mujeres