Japón ha entrado técnicamente en recesión al acumular contra pronóstico dos trimestres de caída del PIB. El dato a escala mundial tiene toda la trascendencia y genera inquietud en momentos en los que China desacelera su crecimiento y Europa bordea otra recesión. La tercera economía del mundo --por detrás de EEUU y China-- no logra salir de una situación de estancamiento que acumula ya dos décadas. El primer ministro, Shibzo Abe, que ayer convocó elecciones anticipadas aprovechando la debilidad de la oposición, había avalado un plan expansivo para tratar de recuperar la economía sobre la base de unos cánones no ortodoxos en la época actual, basado en estímulos como poner en circulación más masa monetaria con el añadido de la depreciación del yen para estimular consumo, inversión y exportaciones, junto a una subida del IVA a medio plazo para incrementar la recaudación. El país, no lo olvidemos, tiene una deuda pública descomunal (250% del PIB) y una bomba de relojería en su pirámide de edad, con un 20% superior a los 65 años y problemas futuros en el pago de pensiones. Los defensores de las políticas expansivas tienen aquí también motivos de reflexión. Darle a la máquina de hacer billetes no resuelve el problema, como tampoco aumentar la deuda. La subida del IVA que se veía imprescindible ha retraído otra vez el consumo interno, una de las patas de la recuperación. Las expectativas de que Japón volviera a arrancar deberán esperar. Un elemento más que añadir a la incertidumbre mundial.