Uno de los graves problemas de nuestra sociedad es el escepticismo, que se traduce en una grave falta de "autoridad moral". Me viene ello a la mente porque en un programa de tertulianos, con motivo de la crisis del Ebola, intervenían distintas personas. Entre ellas un catedrático de Medicina especialista en enfermedades infecciosas. Algunos de los tertulianos hablaban con tanta suficiencia que ponían en entredicho las informaciones del catedrático. Mezclaban opinión con información, de tal manera que al final éste reivindicaba para sí, desde un punto de vista médico, su autoridad moral.

Soy discípulo de Chéjov, así como de los escritores de la edad de oro de la literatura rusa, S. XIX. Chéjov decía: "Dios mío, no me dejes opinar sobre lo que no sé y no entiendo". Pero he aquí que vivimos en un tiempo en que todo el mundo entiende de todo. No solo entiende sino que da lecciones sobre cualquier tema que se trate. Háblese de fútbol, de política, de religión, de literatura, de cualquier cosa humana o divina. Y no es malo no tener conocimientos sino saber que no se tienen y no intentar enmendarlo.

Esta suficiencia, unida a la falta de veracidad de una parte importante de nuestros representantes políticos, ha hecho que los escépticos abunden más que nunca. Tanta es la falta de verdad en nuestra sociedad que incluso hay un refrán que dice "El que dice la verdad se queda sin ella", indicando que nunca debemos decir la verdad.

¿Cómo pueden exigir los que deberían ostentar la autoridad moral, que los escuchemos y que les hagamos caso, cuando son ellos lo que no cumplen lo que prometen?

Decía Ortega y Gasset: "La virtud magistral del ejemplo". ¿Cómo un padre puede decir a sus hijos que no se droguen, cuando él es el primero que consume más alcohol de lo normal? ¿O que cumplamos con Hacienda, cuando los que más deberían cumplir no lo hacen?

La falta de "autoridad moral" se traduce en escepticismo, en una desconfianza radical sobre la autoridad del otro, que tendrá la autoridad legal, refrendada por la fuerza y la sociedad democrática pero que carece de "fuerza moral" para imponerla.

Sí, vivimos en una sociedad desconfiada, escéptica, porque así nos las están mostrando. No necesitamos más códigos éticos, ni más regeneración democrática, sino ejemplos, personas con autoridad moral de las que podamos fiarnos, que nos sirvan de modelo, no para que pensemos igual que ellos sino para tener algunas luminarias en el camino, porque la verdad es que andamos en la oscuridad.

Y no estoy hablando de salvadores, que de eso hemos tenido varios en España, sino de personas íntegras que las hay en la sociedad civil y en los partidos.

* Escritor