No me avergüenza reconocerlo: tengo un daño cerebral. Hace veinte años, un acontecimiento no previsto en mi agenda, cambió mi vida. Un extraño dolor en la sien izquierda me despertó una noche de noviembre de 1994. Me levanté para tomar un vaso de leche y una aspirina. Pero no pude regresar a la cama. Me derrumbé como un fardo con medio cuerpo paralizado. Me llevaron a urgencias. Pasé un mes en el Hospital Reina Sofía y después casi tres meses en el Hospital de San Juan de Dios. Dado de alta, continué yendo cada día a rehabilitación. Tengo secuelas irreversibles que me impiden caminar con normalidad. Pero he podido ser lo suficientemente autónomo como para haber seguido trabajando (aunque mi trabajo era intelectual). He llegado a la jubilación y ahora puedo seguir creativo, activo y vivo. Tengo un daño cerebral pero creo que he sabido convivir con él.

Tal vez sea esta una de las secuelas que suelen arrastrar muchas de las personas que han sufrido daño cerebral: no aceptar la realidad y no haber aprendido a convivir con las secuelas. Evidentemente, hay secuelas y secuelas. Un daño cerebral adquirido puede afectar de modo muy diferente a las personas que lo sufren: parálisis en las manos, imposibilidad de hablar, agarrotamiento de las piernas, dolores, pérdida de memoria o de capacidad de razonar. Incluso provocar la muerte. Por ello, no se pueden dar recetas ni consejos generalistas. Cada ser humano reacciona de modo diferente a las eventualidades imprevistas de la vida.

El daño cerebral es una lesión que se produce en las estructuras cerebrales de forma súbita en personas que, habiendo nacido sin ningún tipo de daño en el cerebro, sufren en un momento posterior de su vida, lesiones en el mismo como consecuencia de un accidente o una enfermedad.

La lesión cerebral más frecuente es el traumatismo craneoencefálico (TCE) producido por accidentes de tráfico, laborales, deportivos, caídas o agresiones. Además, existen otras muchas causas, como tumores cerebrales, anoxias cerebrales por infarto de miocardio, enfermedades metabólicas, ictus o accidentes cerebrovasculares (ACV), más usuales entre la gente mayor que las lesiones traumáticas. Más del 80% de los afectados de traumatismo craneoencefálico se debe a accidentes de tráfico de jóvenes entre los 15 y 30 años. Se utiliza, por tanto la definición de lesión cerebral cuando hay un problema suficientemente importante que afecta a la cabeza, dañando no solo la caja craneal, sino también el cerebro. El Daño Cerebral (Sobrevenido o Adquirido) DCA provoca lesiones en las estructuras cerebrales del sistema nervioso central que se traducen en déficits físicos, cognitivos y psicosociales, así como en alteraciones en el ajuste social, familiar y laboral.

Los datos extraoficiales hablan de unos 800 casos en la provincia de Córdoba de lo que llaman lesiones cerebrovasculares sobrevenidas (los llamados "ictus"), y unos 2.000 casos de daño cerebral debido a caídas y accidentes de tráfico. Se estima que en España unas 100.000 personas sufren una lesión cerebral cada año viendo interrumpidos en la mayoría de casos sus proyectos vitales y sus relaciones normales con el ambiente que les rodea.

Hoy, lunes 27 de octubre, recordamos en Córdoba la situación de muchos hombres y mujeres que conviven con esta dolencia de daño cerebral adquirido. En nuestro caso, Acodace, la Asociación Cordobesa de Daño Cerebral. Como entidad sin ánimo de lucro, pretende ofrecer una atención integral e interdisciplinar a los socios y a sus familias, encaminada a paliar el impacto físico, laboral y afectivo de la dolencia y a mejorar la calidad de vida de las personas con daño cerebral. Desde Acodace, que va a instalar mesas en distintos puntos de la ciudad, ofreceremos información y solicitaremos una ayuda económica para sostener las actividades de la asociación.

* Socio de la Asociación

Cordobesa de Daño Cerebral