Del AVE me fui directamente al número quince de la calle Ruiz de Alarcón, a la entrada señalada a los invitados por la Real Academia de la Lengua a la celebración del III Centenario y del Día Pro Fundación RAE, y a la presentación de la 23 edición del Diccionario de la lengua española .

Cerrada aún la puerta de acceso, se iba formando una curiosa cola de gente mayor, paciente y bien vestida, muy cerca de los muchos policías uniformados con perros y sin perros, de la parafernalia de seguridad propia de un acto con asistencia de los Reyes. A la cola me incorporé, junto con José Peña González, el catedrático egabrense que, para desgracia de nuestra Academia cordobesa, ha retornado su empadronamiento a Madrid y ha asumido en Córdoba la condición de académico supernumerario. Peña ha sido uno de los académicos cordobeses mejor preparados y más trabajadores en muchos años; era inevitable que aquí le mordiera la envidia.

Con nuestras invitaciones, personalizadas e impresas, en la mano, empezamos a entrar a la hora prevista, y nos cupo en suerte colocarnos en la primera fila del anfiteatro, lateral porque la parte central estaba ocupada por los dos bloques --femenino y masculino-- de los coros de RTVE, que tan lucida actuación tendrían a lo largo del acto. No es un privilegio compartir una invitación con novecientas personas, porque los privilegiados siempre son menos, pero sí lo es ver en vivo y en directo las más ilustres cabelleras, calvas y coronillas de España. El necio de veinte años, el megalómano ese de que ha dado cuenta la prensa, que lograba colarse en todos los actos importantes para estar cerca de los más altas autoridades políticas y culturales de país, habría sido feliz. Lo que podríamos llamar el patio de butacas estaba totalmente ocupado por los miembros de las 21 "Academias hermanas" de América y Filipinas, y por gentes que tuvieron o tienen mando en plaza de primer orden: embajadores, el presidente del Tribunal Supremo y del Consejo General del Poder Judicial, el presidente del Senado, el presidente de la Comunidad y la alcaldesa de Madrid, Rodríguez Zapatero, Villar Mir, Martín Villa... A una de las muchas azafatas le costó trabajo encontrar asiento para Alvarez del Manzano... Y tantos y tantos otros, que los invitados que no tuvieron nuestra suerte tenían que ver en pantalla en tres salas anexas. Y todos, del Rey abajo, de traje oscuro; algún viejo despistado se presentó con frac o chaqué.

Los académicos de costado, a derecha e izquierda de la mesa presidencial, como siempre. Mi mirada cordobesa se dirigió al pozoalbense Santiago Muñoz Machado, situado cerca de Ansón y de Pérez Reverte. Mientras llegaba los Reyes mi imaginación andaba un poco dislocada: ¿Se le habrá restañado la herida de que los toros de su ganadería de Jaralta fueran rechazados por falta de peso en nuestra última feria? ¿No es una pena ver desmadejado en una silla de ruedas a Carlos Bousoño, el poeta que yo conocí hace ya muchos años, inhiesto física y mentalmente?

Pero si relato o indico y trato de describir con ligereza el escenario y sus personajes, no es por emular las crónicas parlamentarias de Wenceslao Fernández Flórez, pues desde luego carezco de su ingenio y de su gracia, sino para resaltar --suavizando lo solemne con cierto humor--, que todo esto y más si fuera posible, merecen nuestra lengua y nuestro Diccionario, aunque a muchos haya molestado, o al menos sorprendido, que la tarea de limpiar, fijar y dar esplendor haya llegado en este caso a abrir la puerta a los tuiteros y a ampliar los significados de pin (ya como clave), chatear (antes con solo chatos de vino), género (con lo que ya no queda fuera de juego la expresión "violencia de género")... Pero al menos las mujeres habrán quedado contentas porque nos igualamos en la muerte violenta: al homicidio ya se corresponde la nueva palabra feminicidio, que mi ordenador --¡que antiguo!-- subraya en rojo.

Claro que ha habido muchas novedades que resaltar en este nuevo diccionario, que tiene 4.680 palabras más que el anterior y, muchísimas nuevas acepciones.

En el acto a que me estaba refiriendo entregaron al Rey, además del nuevo diccionario, una edición facsímil del Diccionario de Autoridades y "un hermoso libro institucional" del III centenario da la corporación.

El Rey dijo en su discurso que el diccionario siempre ha estado al servicio del pueblo, lo que es una gran verdad, aunque mucho pueblo nunca se haya servido de él y lo haya mirado como un Torquemada encuadernado.

* Escritor y abogado