Muchas personas piensan que la democracia es algo que nos merecemos, que viene dado por naturaleza y, al parecer, no recuerdan que hemos estado muchos años bajo un régimen autoritario. Aquí se produce la primera confusión al tomar la democracia como si fuera algo innato y no adquirido, como si no hubiese habido que conquistarla y por ende conservarla.
La segunda es que muchos piensan en la democracia como si fuera una especie de desorden, como si hubiera una permisividad total para hacer o decir lo que cada uno quiera. No, no es así; hay democracia cuando en un país, en un estado de derecho, la que gobierna es la ley, legitimada por el pueblo representado en el Congreso y el Senado.
La tercera confusión viene dada porque, al confundir libertad con libertinaje, parece como si la ley no existiese, algo que no consta, cuando la Constitución española de 1978 y tantas leyes derivadas de ella son nuestras reglas de conducta. Creo que los españoles tenemos algo de anarquistas, y como muestra de ello cito el viejo refranero: "El que hizo la ley hizo la trampa". Ello demuestra el poco respeto que le tenemos, el afán de saltárnosla en cuanto podamos.
La cuarta, gran responsabilidad de nuestros políticos, consiste en creer que la democracia da como resultado un régimen en el que la corrupción es preponderante. Sé que es injusto generalizar, pero desde aquí digo perversos, irresponsables, malditos, a los que no les basta con cobrar sus sueldos, que en general son altos, sino que se dedican al latrocinio a costa del dinero de los demás, porque su mayor responsabilidad es evitar que el pueblo se aleje del régimen democrático, al pensar que la causa de la corrupción es precisamente culpa del régimen.
Y sobre todo pienso que todo esto es un problema de educación, de educación democrática, de una Ley de Educación consensuada por todos, dejando aparte las ideologías. Ha habido intentos como Educación para la Ciudadanía que no fue consensuada, y ello hizo que el siguiente gobierno la borrase del sistema educativo. Necesitamos un texto que nos eduque, que responda a numerosas preguntas que debemos aprender. ¿Qué es la democracia? ¿Qué es, por ejemplo, una elección de segundo grado? ¿Qué es un voto nulo? ¿Cuál es, como ciudadano, nuestra responsabilidad ante una votación? Y así, tantas cosas que es necesario aprender para convivir en democracia.
Citaré como ejemplo de la falta de consenso, las leyes educativas, leyes orgánicas, solo durante el periodo democrático: LODE (Ley Orgánica Reguladora del Derecho a la Educación, 1985), Logse (Ley Orgánica de Ordenación General del Sistema Educativo de España, 1990), LOCE (Ley Orgánica de Calidad de la Educación, 2002), LOE (Ley Orgánica de Educación, 2002), Lomce (Ley Orgánica para la Mejora de la Calidad Educativa, 2013). ¿No les parece a nuestros políticos que ya va siendo hora de que abandonen las ideologías partidistas y, de común acuerdo, como en la aprobación de la Constitución, elaboren una ley de educación que al menos dure tanto como aquella.
* Escritor