No hace falta recordar las estadísticas de Unicef, que calcula que más de dos millones de niños en España, unos 150.000 de ellos en Andalucía, viven por debajo del umbral de pobreza, para saber que este es un problema grave de nuestra sociedad. Si la crisis actual se está cebando, como siempre a lo largo de la historia, en los más débiles, los menores son los débiles entre los débiles, no solo porque tienen mucha menos capacidad de resistencia que los adultos frente a la adversidad, sino porque las dificultades que sufran en los años críticos de su formación les marcarán de por vida, a veces de forma dramática. Por eso hay que darles atención prioritaria. Y por eso deben ser especialmente bienvenidas iniciativas como las de las administraciones públicas o algunas entidades privadas, como la que ha llevado a cabo en nuestra provincia la obra social de La Caixa, que a lo largo de agosto han incluido un almuerzo en las actividades veraniegas que han organizado en centros de ocio y docentes para los menores en riesgo de exclusión social. En concreto, 380 niños y niñas de Córdoba han acudido a recibir el almuerzo a un comedor especial de verano en las seis zonas con necesidad de transformación social de la provincia. La Caixa, por ejemplo, ha colaborado con el comedor de verano de Baena Solidaria que ha atendido a 89 niños.

Estos planes para paliar la malnutrición infantil confirman por enésima vez que la Administración local se ve obligada a afrontar, por su proximidad a los ciudadanos y pese a la escasez de recursos, problemas sociales de primer orden en los que deberían intervenir con rapidez y eficacia instancias superiores. Los ayuntamientos son la cenicienta del poder público en España, pero su capacidad de respuesta sigue siendo determinante en casos como este. Como igualmente encomiable es la labor de las oenegés que siguen al pie del cañón en agosto al lado de los más desfavorecidos.

Son justamente estos grupos altruistas los que piden una y otra vez que estos planes veraniegos contra la mulnutrición infantil se desarrollen como una actuación de obligado cumplimiento para la Administración. En otros puntos de Andalucía, por otro lado, se ha pedido desvincular estos comedores del centro escolar, Argumentan, seguramente con razón, que así los menores tienen una sensación de vacaciones que no tendrían si siguieran acudiendo a los colegios abiertos al efecto. Pero este criterio no puede servir para tranquilizar conciencias y dar por normalizado socialmente el problema: hay que celebrar que los niños de familias necesitadas hayan disfrutado de un agosto con la necesidad básica que es la nutrición cubierta, pero esta asistencia básica no puede ser vista como algo natural derivado de un hecho inevitable ante el que hay resignarse. Este y otros daños que sufre el tejido social son fruto de un reparto muy desigual e injusto de las cargas de la crisis. No hay que olvidarlo, sino combatirlo.