Los plátanos tirados a Dani Alves no tienen nada que ver con el fascismo nacional socialista o las teorías racistas seudocientíficas anteriores a Darwing que creían que la raza blanca estaba más cerca del superhombre de Nietzsche. Al final se demostró que no hay monos entre los hombres pero, todavía menos, superhombres. No quiero frivolizar con el platanito en cuestión pero tampoco dramatizar porque muchas veces son los propios partidarios del sujeto pasivo de los insultos los que pretenden extremar el victimismo para sacar tajada en la batalla de la competencia, en este caso deportiva. Una cosa es la discriminación en base a cualquier circunstancia o carácter, previsto en la Constitución y otra, muy distinta, es la poca vergüenza que todos hemos aceptado en los campos de fútbol como no relevante a efectos penales por aquello de la adecuación social. Si unos lanzan plátanos a Dani Alves no es porque sea moreno sino porque es jugador del Barcelona. Y seguro que a los jugadores del Madrid les tirarán otra cosa porque son merengues. El racismo de verdad hace sufrir a los indefensos no a un joven podrido de millones y admirado por miles de personas no partidarias de la camiseta blanca. No hay que darle más vueltas. El racismo no es un problema serio en el mundo del fútbol sino la violencia que se permite. Por ello, si gracias a ese "racismo deportivo" los salvajes o fanáticos asistentes a los partidos tiran a los jugadores plátanos y no botellas de cristal o bengalas encendidas, pues... lo prefiero a otro tipo de violencia en el fútbol por aquello del mal menor.

* Abogado