Mañana domingo, 27 de abril, será un día histórico para la Iglesia católica. Por primera vez serán proclamados santos, a la vez, dos papas, Juan Pablo II y Juan XXIII. Además es muy probable que en la ceremonia estén presentes otros dos, Francisco y el emérito, Benedicto XVI, que está invitado. Es un gran momento de perspectiva para la Iglesia porque, salvo Pablo VI y el fugaz Juan Pablo I, estamos hablando de todos los pontífices del último medio siglo, la fase crucial de la renovación de la Iglesia que marca su relación con la modernidad. Y que ahora está en un punto decisivo con la revolución de Francisco. El otro aspecto revelador de esta cita es la propia fórmula, la equiparación de los pontífices Angelo Roncalli y Karol Wojtyla en el mismo acto. Es una decisión muy personal de Bergoglio, que les coloca a la vez en el pedestal, como para poner las cosas en su sitio. Se ha saltado las reglas, dispensando a Juan XXIII del milagro exigido para subir a los altares, por una cuestión de tiempos. La idea de fondo es que Roncalli lleva 50 años esperando y Wojtyla ha pulverizado el cronómetro en ocho, el papa canonizado con más rapidez en la historia. Juan XXIII, "por aclamación popular", y por un cambio cualitativo en la concepción de los milagros, no solo físicos sino también espirituales. No sólo hay tiempo en juego, también historia. La renovación de la Iglesia empezó con el Concilio Vaticano II, convocado por sorpresa por Juan XXIII, el campechano 'Papa bueno', en 1959, a los tres meses de su elección.

* Diplomado Ciencias Religiosas