Desde que en 1979 empezaron a celebrarse por sufragio universal, las elecciones europeas sufren una paradoja: cuanto más decisivas son, menos participación reúnen. Así, si en 1979 acudió a las urnas el 62% del electorado, en el 2009, la última cita, solo lo hizo un 43%. Y en los 35 años transcurridos desde las primeras elecciones, el poder del Parlamento Europeo no ha hecho sino aumentar. Pero parece como si con esta convocatoria, el electorado que en los barómetros manifiesta una y otra vez su desconfianza en las instituciones y, más aún, en los políticos aprovechase para manifestarlo con su absentismo en los colegios. Y eso, que la sede parlamentaria europea no es aún una cámara con todos los poderes de los que gozan los parlamentos nacionales, pero cada vez tiene más atribuciones.

UN PRESIDENTE SALIDO DE LAS URNAS

En las elecciones del próximo 25 de mayo, una de las novedades es que por primera vez los resultados deberán ser tenidos en cuenta para la elección del presidente de la Comisión Europea, el Ejecutivo que se ocupa del día a día comunitario. Por primera vez también, los partidos europeos presentan candidatos a presidente de la Comisión con nombres y apellidos: Jean-Claude Juncker por el PPE y Martin Schulz por el PSE. Esta es, pues, una razón suficiente para aspirar a que la participación en la cita quiebre la tendencia a la baja y para que estas elecciones se presenten al electorado como lo que son y no, como ha sido habitual hasta ahora, como una prolongación de segunda fila de las batallas internas de cada país. Esperar un giro así no deja de ser un deseo que quizá no se cumplirá, pero si los partidos creyeran verdaderamente en Europa deberían dedicar sus esfuerzos a promover un enfoque electoral europeo.

LAS PRIMERAS EN TIEMPOS DE CRISIS

Estas son, además, las primeras elecciones europeas que se celebran tras el estallido de una crisis económica que ha disparado el paro y ha aumentado las desigualdades en el continente, al margen de abrir una brecha entre el norte y el sur. El dilema entre austeridad e impulso del crecimiento también se juega en estos comicios, después de unos años en los que el ciudadano europeo ha podido comprobar que las decisiones adoptadas por la UE condicionan las políticas de cada país y su vida personal.

Aunque las medidas de la UE siguen dependiendo del Consejo Europeo, integrado por los jefes de Estado o de Gobierno de los respectivos países, la crisis ha demostrado que un Estado miembro tiene muy difícil realizar una política diferente de la decidida en Bruselas. Y para corregir o matizar esa política está precisamente el Parlamento Europeo.