Entendemos por moral tributaria la disposición de los ciudadanos a cumplir con sus obligaciones fiscales. No hay indicador alguno de la moral tributaria, no obstante el volumen de fraude fiscal debe estar correlacionado.

Con la crisis económica ha crecido la economía sumergida, ha aumentado el fraude, y ha bajado la moral tributaria. No todo ha sido la crisis, sino que al aumento del fraude fiscal han contribuido además los casos de corrupción que a todos nos escandalizan y la merma de recursos en la Agencia Tributaria encargada de perseguirlo. Pero si algo ha desalentado aún más a los contribuyentes ha sido la subida de los impuestos, a la vez que se llevaba a cabo una amnistía fiscal para los grandes defraudadores. Es muy desincentivador para el ciudadano ver cómo se reducen los recursos para las políticas sociales, se establecen copagos a servicios públicos básicos, cómo se apropian ilícitamente algunos del dinero público y cómo se les perdona a otros el haber defraudado a Hacienda. Los aumentos elevados en todos los impuestos no han tenido una repercusión en el aumento de la recaudación. El sistema tributario parece saturado.

Al igual que tenemos encuestas periódicas de opinión sobre la confianza del consumidor, la confianza empresarial, etcétera, debiésemos también disponer en cada momento de indicadores sobre la moral tributaria. Sería un buen medidor de la satisfacción del ciudadano con los impuestos que paga y sobre la utilización que se hace de ese dinero.

En Portugal, para aumentar la moral tributaria y reducir el fraude fiscal, están sorteando coches, convirtiendo las facturas en boletos de lotería. Una curiosa medida que parece estar surtiendo efecto, aunque solo sea por conseguir un Audi. En España, hemos de fijar como un objetivo fiscal el mejorar la moral tributaria. No estaría de más si queremos mejorar la eficacia recaudatoria del sistema y garantizar el sostenimiento de los servicios públicos.

Para conseguir este objetivo, considero fundamental construir un sistema fiscal más justo. Es la mejor forma de mejorar en moral tributaria y de reducir el fraude fiscal. Un sistema fiscal justo debe de reunir una serie de condiciones. Destacaría algunas de ellas, como es la transparencia y la sencillez para facilitar su comprensión y cumplimiento. Que prime el principio de proporcionalidad, es decir que pague más quien más tiene. Que incentive la creación de empleo, la innovación, la internacionalización, la lucha contra el cambio climático y todas las estrategias de política económica a desarrollar. La universalidad en su aplicación, y que nadie pueda escapar de contribuir. Que garantice la suficiencia y la estabilidad de recursos para la financiación de los servicios públicos y de los derechos que los sustentan.

Pero la principal condición para que un sistema fiscal sea justo es que tenga como objetivo prioritario la igualdad y la lucha contra la pobreza. El papel de redistribución de la renta y de la riqueza, que se obtiene en un sistema económico que genera desigualdad es la verdadera esencia de la fiscalidad en un Estado social.

En nuestro país ha caído sustancialmente la moral tributaria porque el sistema fiscal se percibe cada día como más injusto. Un elevado porcentaje de la presión fiscal recae sobre los mismos, los asalariados y los pequeños empresarios. La amnistía fiscal, la permisividad de la evasión de capitales en paraísos fiscales, el desequilibrio entre tributación de las rentas del trabajo y del capital, la nula tributación del patrimonio, la mayor fiscalidad de las pequeñas empresas respecto a las grandes empresas en sociedades, la regulación de las Sicavs, la subida del IVA en servicios culturales y otros servicios básicos, la competencia fiscal entre CCAA, los copagos sanitarios, la corrupción y la desigualdad que va en aumento, son factores decisivos para desincentivar al contribuyente. Los ciudadanos estarían más y mejor dispuestos a pagar sus impuestos si ello conllevase una proporcional mejora en su calidad de vida y si todos contribuyésemos en proporción a nuestra capacidad. O abordamos un reforma fiscal en profundidad, atendiendo a conseguir una mayor igualdad a través del sistema fiscal, o por mucho esfuerzo que hagamos subiendo los impuestos, los efectos sobre la recaudación serán nulos, porque el fraude seguirá aumentando y la moral tributaria estará, como ahora, "por los suelos". La tolerancia cero contra el fraude sería el resultado de una alta moral tributaria por parte de todos.

* Diputado socialista, portavozadjunto de Economía