He vivido una buena experiencia esta semana. He atendido un compromiso profesional en el IESE de Barcelona, que me ha permitido comprobar la cantidad de talento que existe en este país tan castigado. Ese caudal de ingenio no quiere, ni debe, permanecer latente. Son buenas noticias para los que no nos resignamos. Un grupo de más de 50 personas con distintas procedencias, cargados de iniciativas, han compartido experiencias y conocimientos en la Entrepreneurial Tech Fair del IESE donde seis empresas, que quieren desarrollar su negocio principal en la red, han presentado sus proyectos, abriendo después contactos personales en una ronda más o menos formal para conseguir atraer la atención de potenciales inversores hacia su proyecto, a fin de hacerlo viable o mejorar su posición en el mercado, ampliando su alcance y posibilidades. Había ilusión, mucha preparación, esfuerzo y trabajo bien hecho. Esos componentes no aseguran el éxito, pero son una condición inexcusable para lograrlo. Los proyectos y empresas que han gestionado esta oportunidad llevan luchando seriamente en favor de sus ventajas competitivas largo tiempo y bien invertido. Varían los casos en función del sentido de su negocio, pero, en todos ellos, las presentaciones y los números que han participado acumulan horas de estudio y esfuerzo, de contactos y de ensayos, de muchos errores y más aciertos. Y de riesgo: dinero puesto a funcionar, a pesar de los vacíos de la financiación a través de los bancos, nutriéndose de los propios ahorros, de las capitalizaciones del desempleo, de las redes familiares y de la nada más absoluta. El riesgo, que como Belmonte dejó dicho, es el eje de una vida sublime. Uno de ellos me comentó después que era perfectamente consciente de que su idea de negocio era poderosa y que, al ser tan buena, cuando comenzó su andadura, poniendo a su servicio todo su prestigio profesional y disponibilidad económica, cometió el primer error que ahora venía superando: pensar que la idea lo hacía todo, que era tan buena que se vendería sola, o casi. En efecto, había contrastado que casi. Casi significa que ninguna idea, a pesar de su teórica bondad, levanta el vuelo sin más. El casi trata de implementación de un modelo de negocio, que entienda la necesidad que se va a cubrir, que comprenda su funcionamiento, y ajuste un sistema para explicar cómo entra el beneficio y cuánto cuesta que eso ocurra. Es la idea y el talento, pero también el método y el rigor. Y eso son horas de vuelo, con la fortuna, buscada sobre la mesa de trabajo, para que los accidentes ocurran solo en el simulador. He vuelto con la esperanza de que alguien comprenda alguna vez en todos los sitios lo necesario que resulta apoyar el talento. No es dinero a cuenta lo que requiere un proyecto, es participación: dar la oportunidad de que brille, invertir en su desarrollo y obtener un beneficio. Así de fácil y de simple. Con pasión. Y sin tardar más, por favor.

* Abogado