Erase una vez, en un lugar desconocido de la Tierra, una gigantesca biblioteca de tres plantas, en un inmenso edificio de cristal, donde se guardaban en la planta 1 los libros descriptivos de todos los seres humanos ya fallecidos a lo largo de la historia, en la planta 2 se guardaban los tomos descriptivos de todas y cada una de las personas, actualmente vivas y, finalmente, en la planta 3 donde se guardaban los libros descriptivos de la vida de todas las personas que, en un futuro próximo o lejano, nacerían y poblarían el mundo.

En la planta primera se guardaban los libros descriptivos de la vida de todos y cada uno de los seres humanos que, en su día, habían poblado nuestro planeta y que ya estaban fallecidos y cada uno de dichos tomos contenía una información completa, fiel y exacta de todo lo que le había sucedido a cada persona, individualmente considerada desde que dichas personas nacieron hasta que fallecieron o perecieron, desde el primer segundo hasta el último segundo de sus respectivas existencias.

Dicha información estaba recopilada en texto escrito, en imagen y en sonido e incluía, además, el contenido completo fiel y exacto de todos sus pensamientos, recuerdos, conversaciones, movimientos, sentimientos, padecimientos, acciones desde el preciso momento en que nacieron hasta que perecieron.

En la planta segunda se guardaban los libros descriptivos de la vida de todos y cada uno de los seres humanos que habitan, actualmente, nuestro planeta Tierra y cada uno de los correspondientes tomos recogía con exactitud milimétrica, por escrito y en imagen y sonido, el devenir de cada persona de las que actualmente viven desde el preciso momento en que nacieron y mientras que viviesen.

Los libros existentes en la planta segunda, es decir, aquellos que contenían la descripción de la vida de todos y cada uno de los seres humanos que habitan, actualmente, nuestro planeta Tierra, a medida que dichas personas iban falleciendo, pasaban automáticamente a la planta primera, es decir, a la planta donde se guardaban y conservaban los libros descriptivos de la vida de todos y cada uno de los seres humanos que, en su día, habían poblado nuestro planeta y que ya habían fallecido.

Finalmente en la planta tercera se guardaban los libros que detallaban, en texto escrito y en imagen y en sonido, la vida de todos y cada uno de los seres humanos que en el futuro habitarán nuestro planeta Tierra desde que hubieren de nacer hasta que fallecieren.

Las personas inscritas en los libros de la planta 3, a medida que se iban produciendo los nacimientos previstos de cada persona, pasaban automáticamente a registrarse en los libros de la planta segunda de las personas actualmente vivas y a medida que éstas fallecían, pasaban a ocupar su respectivo y definitivo sitio en la planta 1 donde se custodiaban los libros de las personas fallecidas.

Y el filósofo que todos llevamos dentro se hacía las siguientes preguntas: ¿Dónde estará dicha biblioteca tan especial? ¿Desde cuándo está abierta? ¿Quién la creó? ¿Quién la fundó? ¿Cuándo se podría visitar? ¿En qué horarios? ¿Quién estará autorizado para su visita y quién lo autorizará? ¿Se podrán visitar todas las plantas? ¿Se podrán leer, ver y/o escuchar todas las historias de todas y cada una de las vidas incluidas en los libros de todas y cada una de las plantas primera, segunda y tercera?

Y por cierto, las historias, circunstancias y sucesos que se narran y contienen en los libros de las plantas primera, segunda y tercera ¿Se podrían modificar o alterar?

Finalmente nuestro filósofo se preguntaba si sería posible situarse o trasladarse a alguno de los tiempos o momentos y lugares descritos en los libros que se guardaban y custodiaban en las plantas primera, segunda o tercera, en definitiva, al pasado, al presente o al futuro de la vida que fue, de la vida que es o de la vida que será de cualesquiera de las personas del mundo ya fallecidas, o que actualmente viven o que, en un futuro vivirán

¿Y sabéis lo que ocurrió? Pues que una voz todopoderosa, en su conciencia, le contestó que mejor no lo supiera, que no buscara una respuesta a tan enigmáticas preguntas pues el acceso a dicha inmensa biblioteca de la vida y la lectura de aquellos libros tan misteriosos que en las plantas primera, segunda y tercera se custodiaban, a buen seguro, le sumirían en tan profundo dolor, amargura y tristeza que, desgraciadamente, desearía no haber nacido nunca.

* Secretario del Ayuntamientode Córdoba