¿Qué pasa por la mente de un mandatario, o por la de un heredero de mandatario, o por la de un futuro mandatario, o por la del proyecto de mandatario mejor formado de la Historia de España, o de lo que sea que sea el Príncipe de Asturias, mientras está encerrado siete horas en un avión sin despegar? Más o menos ese tiempo habría durado su viaje a Brasil, y se lo pasó ayer dentro del aeroplano --como decían los abuelos-- solo, a excepción de la tripulación que estaría a lo suyo en la cabina mientras los técnicos de pista intentaban arreglar lo del alerón.

Siete horas pensando, quizás, en cómo iba a defender nuestro hacer empresarial si su avión no era capaz de arreglarse. En 1973 Antonio Mercero dirigió el mediometraje televisivo La cabina , donde un angustiado José Luis López Vázquez permanecía encerrado en una cabina telefónica de las de antes.

En el postfranquismo aquello fue interpretado como la agonía del hombre sometido a la falta de libertad, pero es que entonces cualquier cosa se relacionaba con lo único, o a lo mejor es que eso era lo que significaba aquello, cualquiera sabe.

Don Felipe, encerrado en su cabina, siete horas leyendo, llamando, dando paseos, preguntando cómo va eso, salimos o no salimos, vaya por Dios, Don Felipe, la avería tiene dos trayectorias, pues entonces ustedes abran y hagan lo que tengan que hacer que lo demás está en sus manos, como Paquirri en Pozoblanco. Siete horas pensando en las ataduras que las circunstancias imponen a la libertad. Igualito que en el país.

* Profesor