El escritor Gérad Bessiére escribió un libro que, en la traducción, se titula Préstame tus ojos . Viene a ser una especie de diario basado en la observación de aquellos acontecimientos que más han llamado la atención del autor. Una obra realizada a base de recortes de paisajes reales, aparentemente de poca importancia pero rebosantes de detalles poéticos con un fondo luminoso de ternura. Bessiére explica, en uno de los capítulos, que una anciana habia recibido diversas veces a dos adolescentes, altos, bien plantados y elegantemente vestidos. Le explicaban cosas de la Biblia, referidas al reino de Dios. La buena señora no los escuchaba demasiado, sin embargo, mirándolos era feliz. Un buen día le dijeron que por la tarde irían a buscarla para llevarla a una reunión. Aceptó enseguida. Desde la mañana del día convenido estuvo arreglándose, muy contenta, y pensando en su paseo por la calle con aquellos chicos. Se puso el vestido malva. Hacía tiempo que no lo usaba. Se miró en el espejo y sonrió. En la reunión, un predicador muy digno anunciaba que pronto llegaría el fin del mundo: caerá el sol, se moverán las estrellas y habrá un cataclismo universal. "Mire, todo era tan triste que, al salir, entré en una pastelería y me comí un pastelito muy dulce", terminaba comentando la señora. La anciana, buscadora de pequeños paraísos, había encontrado el suyo en la confitería de la esquina. Hace poco le preguntaban a Marta Rivera de la Cruz, la autora de La boda de Kate , "dónde estaba su paraíso". Y ella contestaba: "El paraíso es una calle de Nueva York. Decía un amigo que Nueva York está lleno de gente que se ha ido allí para ser los mejores en algo. Eso crea una energía muy fuerte". ¿Dónde está nuestro pequeño paraíso? A veces, es sencillo encontrarlo: en la charla apacible con los amigos, en la lectura de un libro, o mejor aún, en el diálogo sincero con nuestro propio corazón.

* Sacerdote y periodista